jueves, 13 de enero de 2011

Cuando abandoné el recao


Cuando abandoné el recao
lo hice con tanta tristeza
que derrumbé mi cabeza
sobre los cueros doblaos.
Allí quedó mi pasao
entre sus garras prendido,
y yo triste y abatido
solo, a pie, como un andante,
emprendí desde ese instante
el camino del olvido.

Al mirarlo abandonao,
en silenciosa quietud,
recordé mi juventud
dejada sobre el recao.
Como si estuviera atao
a mi sangre o a mi piel.
Pero hoy, insensible y cruel,
lo tengo que abandonar,
que por temor a charquear
no quiero morir sobre él.

En mi vida de mensual,
de domador o tropero,
si habré ensillao caborteros
pa poder ganarme un real!
Con él y con un bagaual
yo era de la tierra el dueño,
y hoy, que no tengo el empeño
que el espíritu reclama,
no me sirve ni pa cama
porque ya me quita el sueño.

Y lo entregué con mis manos
con la pena y la amargura
de quien da a la sepultura
el cuerpo de un pobre hermano.
He llegado a ser anciano,
ya la osamenta me pesa
y no quiero la tristeza
de que un día, sin batalla,
cualquier manso se me vaya
con mi orgullosa pobreza.

Cuando pal último vuelo
ate una noche al palenque,
sin espuelas ni rebenque,
la voy a saltar "de en pelo".
Será mi único consuelo;
y por eso es el motivo
que él no se quede cautivo
de mi derrota en la prueba,
hoy que la vida me lleva
como colgao del estribo.

(En colaboración con Chiquito Benavente)

1 comentario:

  1. Guau, que bueno que esta esta poesia. Mi pobre viejo entrego el equipo hase un ano, y ahora paso a segir viviendo en cuentos -- como los gauchos de anos pasados.

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