Quien, pulsando una guitarra,
recorra la patria hermosa,
y con la nota armoniosa
brinde su canción bizarra,
si no desata la amarra
con que se afirma un dolor,
si no es para hacer mejor
al público que lo escucha,
si por valer más no lucha:
"que no cante el payador".
Si ha de contrariar su fe,
y acepta paciente el yugo,
que impone con su mendrugo,
el jefe de un comité,
y sin tener un porqué
ha de ensalzar al doctor,
sabiendo que un gran error
comete quien por él vota,
que corte pronto su nota:
"que no cante el payador".
Si entiende por patriotismo,
callar del pueblo las penas,
y no romper las cadenas
que ha forjado el servilismo,
si no es por un idealismo,
que haga triunfar el amor,
si no repudia el rencor
que el hombre hacia el hombre abriga,
que su canto no prosiga:
"que no cante el payador".
Cante para mejorar
del pueblo la condición,
y sepa con su canción
siempre algo bueno enseñar,
muestre por dónde ha de hallar
quien sufre un plano mejor,
y sea un alentador
en la elevada contienda,
para que su canto ofenda:
"que no cante el payador".
Trate de estar a la altura,
que con su gesto, no peca;
y tenga en la biblioteca,
donde afirmar su cultura.
No descienda, si procura
dar a su arte valor;
y sea un demoledor
de las bajas ambiciones.
Por las justas rebeliones
"cante fuerte el payador".
No tenga en la compadrada
el puntal de su coraje,
que cuando el arte rebaje,
su canto no valdrá nada.
Lleve al fin de la jornada
el fruto de su labor,
y cuide del esplendor
de la fama que le cuadre,
siendo borracho y compadre,
"que no cante el payador".
No vaya afirmando un mal,
cantando como adulón,
para agradar al mandón
que le sirva de puntal.
Con la nota musical,
sirva a un ideal superior,
pues, si el Supremo Hacedor
le dotó de inteligencia,
embellezca la existencia
"quien se llame payador".
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