(Pintura: Tito Saubidet)
Tengo en mi rancho, paisano,
como criollo galardón,
un banquito petizón,
regalo de un entrerríano.
A su gala de artesano,
sencillamente valoro;
para mí es un tesoro
porque es hecho aquél asiento:
con esterillas de tiento
sobre caderas de toro.
Dicen que de un cebucero
sacó las caderas Yeco,
de un toro que halló reseco
y lo dejuntió un islero.
Y después del mismo cuero
pa esterillar el asiento,
cortó finito unos tientos
bien derivao para el caso,
y con el resto hizo un lazo
de guitarrear en el viento.
Cuando golpeo temprano
pa amarguear el trasfoguero,
me le siento al cebucero
que es mi banquito entrerriano.
Mientras apreto entre mis mano
el poronguito yerbero,
al calor del trasfoguero
como amargueando conmigo,
tengo presente al amigo
buen entrerriano y campero.
No se porqué fantaseo,
porqué sentimiento fiel,
si no estoy sentao en él
se me hace que ni amargueo.
Hasta más gaucho me veo
con él, junto al trasfoguero,
y si cae un forastero,
ya le hablo del entrerriano,
que me dijo: -"Es suyo hermano,
este banco cebucero".
A mi cocina campera,
cuando al levantarme dentro,
voy derechito al encuentro
de mi asiento de cadera.
Y es tanto que yo quisiera
que cuando ruede al arcano,
encontrar algún paisano,
junto al fogón apagao,
muerto si, pero sentao
en mi banquito entrerriano.
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