"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
jueves, 11 de noviembre de 2010
Dios te salve m'hijo
El pueblito estaba lleno,
de personas forasteras,
los caudillos desplegaban
lo más rudo de su acción,
arengando a los paisanos,
de ganar las elecciones
por la plata, por la tumba,
por el voto o el facón.
Y al instante que cruzaban
desfilando los contrarios
un paisano gritó ¡viva!
y al caudillo mencionó;
y los otros respondieron,
sepultando sus puñales
en el cuerpo valeroso
del paisano que gritó.
Un viejito lentamente,
se quitó el sombrero negro;
estiró las piernas tibias
del paisano que cayó,
lo besó con toda su alma,
puso un cristo entre sus dedos
y goteando lagrimones,
entre dientes murmuró:
"Pobre m'hijo quién diría
que por noble y por valiente
pagaría con su vida
el sostén de una opinión,
por no hacerme caso, m'hijo:
se lo dije tantas veces...
no haga juicio a los discursos
del Doctor ni del patrón.
Hace frío, ¿verdad, m'hijo?
(ya se está poniendo duro)
tápese con este poncho
y pa' siempre yebelo;
es el mesmo poncho pampa,
que en su cuna cuando chico
muchas veces, hijo mío...
muchas veces lo tapó.
Yo, viá dir al campo santo,
y a la par de su agüelita,
con su daga y con mis uñas
una fosa voy a abrir,
y, a su pobre madrecita,
a su pobre madrecita,
le diré que usted se ha ido...
que muy pronto va a venir.
A las doce de la noche,
llegó el viejo a su ranchito
y con mucho disimulo
a su vieja acarició:
y le dijo tiernamente:
su cachorro se ha ido lejos,
se arregló con una tropa;
¡le di el poncho y me besó!
Y aura vieja por las dudas,
como el viaje es algo largo
priéndale unas cuantas velas,
por si acaso nada más,
arrodiyesé y le reza...
pa' que Dios no lo abandone...
y suplique por las almas...
que precisan luz y paz.
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