"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
martes, 6 de octubre de 2009
Bolaceando
Era una noche lluviosa
el mate invita a reunion,
alrededor del fogón
se hablaba de muchas cosas.
Fue allá en la estancia "Las Rosas",
tres viejitos conversando;
mil sucedidos contando
y el perro muy aburrido,
se había quedado dormido
de escucharlos ¿bolaceando!.
Uno hablaba de pialadas,
era un tal Braulio Contreras,
-"de cien yeguas, puert'ajuera
dejó treinta desnucadas"...
Y el viejo Ciriaco Almada
de diminuta figura,
a todos les asegura:
que él era muy atrevido,
"pialaba con un torcido
prendido de la cintura".
Y Don Gómez ha contao
que pegó tantas rodadas,
y de echar tantas paradas
tiene los pies machucaos.
En un alazán pesao
dice que el domingo espera
pa entrenarse a su manera
en esas lindas jornadas,
¡sale a practicar rodadas
corriendo entre vizcacheras!
Y cuenta que un desbocao
lo tuvo cerca del hoyo,
iba derecho al arroyo
y un palo le había pegao;
dice que salió parao
pero que no le fue bien,
era tan ligero el tren
de carrera aquél criollo,
pa' no caerse al arroyo
se pegó un palo él también.
El encargao escuchó
y al otro día bien temprano,
junto con otros paisanos
varias yeguas encerró.
Al "parador" lo invitó,
junto con los pialadores,
querían rendirle honores
si es que algo demostraban;
y de paso recordaban
aquellos tiempos mejores.
Don Gómez entró a apartar
una yegua en el corral,
pero ahí nomás le fue mal,
algo le empezó a fallar.
Le comenzó a tropezar
una baya medio zorra,
llena de abrojo y de porra
la echó en una atropellada;
no va y pegó una rodada
y lo apretó hasta la gorra.
Armó don Braulio Contreras
con una preciosa armada,
y una tordilla pesada
se le acercó en la tranquera,
el viejo tranquilo espera
y la armada se enarbola;
con una tortita sola
me lo agarró medio flojo;
casi le sacó los ojos
con la cerda de la cola.
Le tocó a Ciriaco Almada,
ese la corría en fija;
se ató el lazo a la verija
y comenzó a hacer la armada;
salió una yegua tostada
se lo volcó a lo campero,
el tiro no fue certero,
una pata fue a enganchar;
y lo fueron a buscar
casi al fondo del potrero.
Una semana internados,
los tres viejos estuvieron;
cuando a la estancia volvieron,
comentaban lo pasado;
y ninguna se ha achicado
se los suele ver matiando;
tantas historias contando
de cuentos y sucedidos
el perro sigue dormido
y los viejos: ¡bolaceando!
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