lunes, 11 de mayo de 2009

Dispués del golpe

(Foto: Eduardo Amorim)
Que no tuitas en la vida
pueden ser siempre ganadas,
me lo dicen las miradas
de Marcelino Laprida;
jue cortita la tenida
y a pesar de ser dispierto,
lo sorprendió el disconcierto
cuando, tras alzar el güelo,
dio de lomo contra el suelo
quedando ayí... medio muerto.

Era animal mansejón
ya corriente se diría,
de'ensiyarse día tras día
sin dar nunca un apurón,
pero... pegó un arrastrón
de'sos que no hayan emparde
y en verdá que ya era tarde
cuando alvirtió Marcelino,
la intención de aquél ladino
de hacer de bravura alarde.

Por encima del recao
golpiaba uno y otro estribo
por eso que lo describo
beyaquiando ¡endemoniao!;
cada vez más asustao
no hayaba el pobre, sosiego,
y al sentir firme'l apego
del apero, sobre'l lomo,
¡ni por puchas hacía asomo
de dir apagando el fuego!

Y ayí quedaba Laprida,
medio asentao en el suelo
acomodándose'l pelo
con la boina muy torcida;
da -su vista sorprendida-
ya por deshecho el recao,
mientras cavila azorao
¿por qué...? ¿qué pasó? ¿qué jue,
que'l ya entregao pangaré
se le golvió tan taimao...?

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