(Foto: Eduardo Amorim)
Dicen que siempre cruzaban
por esos campos del mundo,
Juan en un flete tordillo
con Ramón en un oscuro.
Pero que no eran hermanos!
La vida los hizo, justo,
pa que uno talle en el naipe
y otro talle en el trabuco.
Como un día y una noche
encontraos en un crepúsculo,
Juan siempre andaba de blanco
y Ramón siempre de luto.
Jugando pa divertirse
los dos que eran medio brujos,
sacaban "flores" del mazo
desorejao por el uso.
Era como una payada
verles guitarrear un truco:
brindan con el as de copas,
gastan los oros por lujo,
montan el caballo 'e bastos
pa atropellar un retruco
y ganan el "vale cuatro"
con "cruz", con carta y con rumbo.
Y en la calle del boliche,
matando el sueño con yuyos,
noche a noche se amadrinan
el tordillo y el oscuro.
Pero en el "monte con puerta",
ande no se hace barullo,
cuando el candil lagrimea
en la cerrazón del humo
y la muerte pide carta
para jugarse hasta el pucho;
ande le miran las manos
al que baraja en lo oscuro:
-blancas, mientras talle limpio;
rojas, cuando talle sucio-
allí Juan no conocía
más amigo que el trabuco.
Y en una jugada e "monte",
ande se enriedaron mucho,
la talla, una sota, un copo
y el gatillo del orgullo;
Juan asesinó a Ramón
que era su hermano de truco.
Salta en el flete tordillo
y naide le sigue el rumbo.
La luna borra con plata
las huellas de su matungo.
Es libre! Se va del pago!
Son d'él la vida y el mundo...!
De pronto, escucha un galope:
se güelve pa detrás suyo
y entonces ve que lo sigue
el caballo del dijunto.
Un rejucilar de luna
le amandinga el pelo oscuro,
en la cabeza e'los bastos
trai dos ojos de corujo;
es un caballo de naipes
que juegan del otro mundo...!
En cuanto Juan se santigua,
ya lo atropellan los buhos.
Juye. Siempre su tordillo
fue más guapo que ese oscuro...
Y Juan mocha las espuelas,
pisa alambres, muda rumbos,
lo deja cansao al viento,
enhebra los montes crudos,
y siempre, siempre, lo sigue
el caballo del dijunto!
Entonces se suelta a reir
por tanto asustarse al ñudo:
"si aquél mancarrón lo sigue
de amadrinao con el suyo...!"
En cuanto largue el tordillo
lo deja en paz ese oscuro...
Desprende las "tres marías",
boléa al primer matungo,
monta y ni mira pa atrás!
Aura Juan está seguro
de no ver más en la vida
al caballo del dijunto.
Güelve a escuchar el silencio;
es tan grande, tan projundo
de paz, de sueño y de luna,
que se oyen crecer los yuyos.
Si áura un mancarrón se mueve,
Juan sentiría el retumbo...
Sofrena pa convencerse;
no se le arrima el murmullo;
mira despacio p'al anca
y Juan se yela hasta el pulso;
porque trai como de tiro
el caballo del dijunto!
Al trasluz del costillar
se ven estrellas y trucos.
Y compriende que ese pingo
es carne del otro mundo,
carta que juega Ramón,
copo que gana el dijunto.
Dicen que dende ese entonces
los dos ya siguieron juntos,
pues, ande vaya el tordillo,
en su sombra va el oscuro.
Y si Juan baraja un mazo,
talla al monte o juega al truco,
siempre los cuarenta naipes
están pegajosos y húmedos;
porque pa Juan sigue fresca
la sangre de aquél dijunto.
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