"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
domingo, 29 de septiembre de 2019
La Hija del Capataz
En el pago comentaban
que en una estancia vivía,
una moza que reía
de quienes la idolatraban;
junto a ella trabajaban
dos gauchos, hombres de acción
y ambos con igual pasión,
estaban enamorados
esperando resignados
que ella hiciera la elección.
A los dos había engañado
porque a ninguno quería,
para ella nada valía
el amor de un gaucho honrado,
su orgullo había soñado:
un hombre de posición,
en su vana aspiración
daba a su vida otra faz,
como hija del capataz
tenía esa pretensión.
Un día llegó a citar,
los dos a la misma hora,
y con voz engañadora
los empezó a entusiasmar.
-"Mi cariño ha de ganar"
dijo, "aquél de más valor,
siento por los dos amor,
los dos me quitan el sueño
y quiero que sea mi dueño
el que salga vencedor".
Y como el paisano es noble
y de sus actos consiente,
decidieron frente a frente
poner sus pechos de roble,
cada hombre sintióse doble
para correr su destino
y por ese amor divino
que encendióse a su albedrío,
lanzaroncé un desafío
para la cruz del camino.
Lejos de retroceder
y cuando ya la natura,
tendió el manto de negrura
que nos hace entristecer,
se vieron a aparecer
a definir la cuestión
y sin más explicación
en el lugar indicado
el lance quedó iniciado
mano a mano y a facón.
Pero el viejo capataz
que tuvo conocimiento,
llegó ese mismo momento
para imponerles la paz.
Dijo: "Uno y otro es capaz
y aunque ninguno va en fija
pemitan que los corrija",
y agregó al gritar sus nombres:
"No han de perderse dos hombres
por el orgullo de mi hija".
Los rivales se pararon
sin terminar el cotejo,
y por las canas del viejo
los facones envainaron.
Luego con él comentaron
lo que es un cariño fiel
y en honor al viejo aquél,
estrechándose las manos
juraron ser como hermanos
y olvidar la gaucha cruel.
Regresaron a la estancia
y ella que esperaba ansiosa
por ingrata y desdeñosa
vio burlada su arrogancia;
se traslució a la distancia
entre aquellos el aprecio,
comprendió su orgullo necio
y la amargó la verdad:
viendo que su vanidad
(Pintura: Juan L Blanes)
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