Con un terrón de azúcar y una brasa,
lo zahumaron;
y, azonzao, se entregó...
Le taparon la boca con una mano,
y en vez de defenderse
se durmió al calorcito...
Cuando se dispertó, ya estaba manso:
le gustó el azúcar
y se hizo dulce, él mismo...
Lo amansó una mujer, y lo tuvo a su modo:
adornado y prolijo;
con botones de plata con iniciales;
pero medio sancocho
y hasta mal ensillado.
El trato: parecido...
(¡Así son las mujeres!)
En más de una ocasión
le pegaron un golpe por disparar sin tino,
al entrar una víbora en la cocina.
Cuando no,
ensillado quedó hasta el otro día
por la novelería de un vestido, un pañuelo...
y hasta porque la moza,
vió pasar, esa tarde,
un paisano que -dicen-... es medio picaflor...
Y "el dulce" -que es de veras-
ya no es capaz de nada!
A la otra mañana,
la moza lo acaricia, le da su terroncito,
y lo besa más largo...
El bobo, se figura de que es por lo sabroso!...
y ella tiene en la boca, lo que tiene en los ojos;
y es lo que saborea:
la visión del paisano...
(El que pasó ayer tarde...
y es medio picaflor!)
Enero 22 de 1938.-
(Pintura: Juan Manuel Blanes)
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