(Pintura: Silvia Arambarri)
La sombra como asustada
se escondió entre el pajonal,esquivándosele al pial
que le tiró l’alborada;
en un charco reflejada
se miró la última estrella
y al verla plateada y bella
a l’agua de la laguna
parecía que la luna
se estaba bañando en ella.
El lucero’e la mañana
se perdió rumbo al poniente,
y el sol asomó su frente,
roja, ardiente, soberana;
sus vivos tintes de grana
cargó en unos nubarrones:
en los camperos fogones
quedó solo el bracerío
e hinchando su lomo el río
se hundió en unos cañadones.
Volvió el bullicio y asombra
al quebrar con gran derroche
el silencio de la noche
que huyó junto con la sombra;
sobre la mullida alfombra
que se tiende en la llanura,
ha engarzado con figura
el rocío, sus brillantes,
cual lagrimones de amantes
arrancaos por l’amargura.
Es la hora fresca y serena
en que la pena se olvida,
y amamos más a la vida
pues la sentimos más buena.
Y todo nos encadena
a las cosas de este suelo,
alcanzando un gran consuelo
pa’ la mayor aflición:
¡cómo si su bendición
nos la diera el Dios del cielo!
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