jueves, 1 de marzo de 2018

Fragmento de Catalino Paredes

(Pintura: Juan Léon Palliere)




Estos fragmentos de Catalino Paredes, 
aclaro que es nombre imaginario
por simple respeto a su verdadero nombre y memoria...
Son alguna de unas cuantas cuartetas más
que cada tanto me aparecen
recordando a aquellos hombres 
que hicieron la época anterior a la que yo vivo
y que por suerte conocí a alguno de ellos.

Tal vez porque en los pueblos de campaña o del interior,
como se suele decir,
tardan más en perder los recuerdos 
y los ayeres están mas cerca que en las grandes ciudades.
El tiempo alcanza para cada cosa
y dentro de esas cosas
está el tiempo que el hombre
se toma para que su tiempo
no se le pierda en un tiempo demasiado próximo.

Yo creo que hay hombres que se mueren para siempre y otros no,
creo que se muere para siempre el que quiere vivir para siempre
y creo que el apuro es una de las formas de morir para siempre...
No se le pueden ver los ojos a un niño que pasa corriendo frente a nosotros:
por eso mismo creo que un hombre que pasa corriendo delante de todo
no tiene tiempo para hacer algo tan importante
como la vida que derrocha y es una forma de morir para siempre.

A su manera y sin mucho apuro
don Catalino Paredes fue en el pueblo
un escalón mas de los que tantos hombres como él fueron, 
para que los demás pudiéramos ver desde un poco
mas arriba lo que nos mantenía un poco mas abajo
El sabía darle una mano a cualquiera
cualquiera fuera la divisa del que pedía,
la suya era la única que sirve, la de gaucho argentino.
Siempre tuvo poco para dar, y lo dio.

Él, Don Catalino, como casi todos los de esa época,
solía mostrar por sobre el borde de la faja
el cabo de plata del cuchillo o la culata del 38 lechucero
pero él, como casi todos, jamás le apagó un chumbo a nada que no fuera un gato 
o algún cordero de origen dudoso
pero era de hombres el andar calzao
y más cuando se era medio dueño de casa en el comité.
Él se encargaba de prepararle el terreno 
a los que venía de otros pueblos a decir el discurso principal.

En todos los actos estaba el mismo público,
era algo así como un entretenimiento gratis
como ir a la estación a ver el tren cuando le tocaba
si mal no recuerdo, los pares al sur y los nones para adentro...
ya no corren más los trenes tampoco.
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Si yo no lo hubiera visto,
diría que esto es un cuento,
un bolazo nada más
pa´ hacer reir un momento,
que uno a veces dice cosas
de a dieces como de a cientos
y ande quiere fantasiar
le va poniendo el acento.

Por eso si no lo veo
no lo hubiera imaginao
Don Catalino Paredes,
el del poncho colorao..
Me dijeron que da risa,
y que siempre anda mamao
amontonando miseria,
rotoso y amugrientao,
que se mete en el boliche
y que se duerme sentao
que habla solo, y que de a ratos
hasta parece un finao.

Don Catalino Paredes,
el del poncho colorado,
si yo no lo hubiera visto
no lo hubiera imaginao.

Viene de lejos la cosa,
y otra cosa era el poblao:
políticos, comiteses,
matones y matoniao,
cuartos oscuros pa' algunos,
pa´ otros iluminao,
promesas medias chupadas,
taba cargada y asao;
canana con dos pistolas
plomo Dum Dum o Cruzao,
era la ley del caudillo
aunque no fuera votao.
Él siempre arregló la cosa
y el caso mas embrollao
fue amigo del intendente,
del dotor y el diputao
pero nunca negó una gauchada
ni al pobre mas disgraciao.
Don Catalino Paredes,
el del poncho colorao...

Él hablaba en las estancia,
en la plaza, y el tablao:
del hospital, de la escuela
y del poncho colorao.
Decía que la injusticia
era un paquete heredáo
y que el que la apadrinaba
tenía todo estudiáo,
que si ganaban ya naides
iba andar desamparáo
por la patria y la bandera...
y el ponchito colorao.

Por eso, si no lo veo,
no lo hubiera imaginao:
amontonando miseria,
solo, triste y aporreao;
él, que bancó la parada
del tirador más mentao
hoy ya ni pisa la taba
por miedo a echar una blanquiao
¡que santo andará esperando
su corazón acabáo,
viejo pedazo de tierra
que nunca tuvo candáo
Don Catalino Paredes,
el del poncho colorao!




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