Sobre el alero escarchao
encontré esta madrugada,
una palomita helada
que el viento la había extraviao.
Por ser tuya la he cuidao
con cariño y con desvelo
y la cinta color cielo
con que venía adornada,
al cuello la tengo atada
por ser cinta de tu pelo.
Triste está la palomita
ausente de su querencia
y yo sé que el mal de ausencia
es un mal que no se quita.
No hay más remedio, m’hijita,
para curar tu aflicción
que pagarme la pasión
con que siempre te he querido
y que hagan juntas el nido
las dos en mi corazón.
Allí vivirán seguras
como en maternal regazo
al amparo de mi brazo
y al calor de mis ternuras.
Yo tendré las amarguras,
tú, las glorias de la vida
y tu avecita querida
como nuestro amor sereno,
buscará asilo en tu seno
para quedarse dormida.
Si esta esperanza es un sueño
no me quites la ilusión,
que el bien de mi corazón
es soñar que soy tu dueño.
Podré alzar con vano empeño
mi ambición hasta esa gloria,
pero aunque sea ilusoria
la dicha que a Dios le pido,
quiero morir convencido
de que vivo en tu memoria.
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Este estilo es parte de la obra de teatro “La piedra de escándalo” de los hermanos Podestá y Martín Coronado que estrenaron a principios del siglo pasado. La cantaba mi madre a quien se la enseñó Mario Pardo. Mi madre y Mariano Villar Sáenz Peña cantaban sólo las tres primeras décimas.
(Tonito Rodríguez Villar)
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