domingo, 9 de abril de 2017

Taba


(Pintura: Carlos Montefusco)


¡Cómo te pareces a esas mujeres
que tienen siempre retobada el alma!
que a veces nacen buenas y la vida
de tanto hacerles mal… las hacen malas.

Mis manos te lustraron a caricias;
te llevé en las maletas cuando andaba,
gastando los caminos de la tierra
en busca de carpetas y tabiadas.

Y juistes en mis noches de desvelos
novia sin encetar, amiga, hermana,
toda mi fe de jugador sin suerte
pendiente de tu mísera esperanza.

Pues mi sencia en vos, con yapa y todo;
cuando entré a ejercitar tus güeltas pálidas
me faltó maña pa’enriendar un potro
o buscar un estilo en la guitarra.

Y, a siete pasos te dejaba siempre
como nacida allí… medio inclinada
sobre cualquier saliva en cancha dura;
naides pudo aguantarme en las oladas.

¡Y cómo me sentía de seguro
cuando las libra rebalsaban blancas!
¡Eres el alma de mi mano lisa
a riendas de domar, cabresto y grasa!

Cuando aburrido de gastar caminos
busqué la soledad de mi guitarra
pa’ revivir recuerdos en mis versos
y curarme de heridas que no sanan…

Te puse en la solera, pa’ olvidarte,
porque si bien me dista mucha plata
causaste con tu… liso, mi deshonra
como esas pobres mujercitas malas.

¡Por vos robé baguales entrerrianos,
pasé cien contrabandos pa’ mi Patria,
copé paradas sin tener ni un peso
y pelié sin razón; por vos malvada!

Me olvidé de rezar y de la Virgen,
me olvidé de golver de las tropiadas
al rancho tibio de mis padres pobres
ande la vida sus promesas canta…

Y estuve entre las celdas y los montes
pobre y hasta sin fe que es cosa amarga…
Te tengo un odio extraño vieja amiga,
Mezcla de compasión, cariño o rabia!

Tu amartillo tiricia, tu azaroso
vivir entre machaje, vino y caña
manoseada por todos, por cualquiera,
igual que esas mujeres desgraciadas.

Que viven muertas por su propia vida,
me hacen sentir por vos cariño y rabia;
tu suerte es falsa, volcadora, arisca…
y eso que eché mis veintidós clavadas.

A ocasión no puedo con el vicio
te saco’e la solera toda ahumada
te barajo en mi mano endurecida
a riendas de domar, cabresto y grasa.

Me voy al patio y en cualquier blandito
-como el que nace pa’ tirar la taba-
te dejo inclinadita a siete pasos
como en mis peores días, ¡qué desgracia!

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