El que inventó la guitarra
tuvo la genial idea
de abrirle boca a la caja
para que hablaran las cuerdas
y fue el payador rebelde
el que pulsó la vigüela
y cantó con valentía
la injusticia de la época,
que hay quien la canta ignorando
y quien la oculta a sabiendas.
Se lo oyó en la pulpería,
en la lejana vivienda,
en el fogón de una estancia
como al pie de una carreta
él llegó al rancho de barro
antes que el máistro de escuela
propagando las hazañas
de los héroes de ésta tierra;
¡el payador fue el intérprete
de la gloriosa epopeya!
El bardo de aquellos tiempos
era como una gaceta,
una cartilla cantando
las cinco primeras letras;
él cantó los episodios
más gloriosos de le enseña
y toda la guerra gaucha
después de la independencia;
él las divulgó en la pampa
en sus viriles cuartetas.
O en los tiempos que a rebenque
imponían la obediencia
y acallaban las palabras
en los cepos de cabeza;
cuando al gaucho lo mandaban
a servir a la frontera,
padeciendo en los fortines
hasta dejar la osamenta
que fue blanco de una bala,
puntería de una flecha.
Pero al preguntar cantando
al compás de las seis cuerdas
¿porqué al gaucho se le daba
tan amarga recompensa?,
errando de pago en pago,
sin paco, charque ni yerba
con un ponchito mugriento
y un chiripá de bayeta...
Si alguno cree que exajero
¡ue se pare y me desmienta.
Así insólita pregunta
para darle la respuesta,
apareció la partida
siguiéndolo a sol y tierra
porque el oscuro caudillo
impuso la fuerza ciega
para que la trova libre
en la patria no se oyera.
La tradición fue un palenque,
un rebenque y una venda.
Mas como los bardos de antes
no eran de arriar con las riendas,
no eran de arriarlos, ¡repito!
¡porque las tenían bien puestas!
defendieron la guitarra
como a la misma bandera
envueltos entre las astillas,
cayeron sobre la huella
porque el payador tenía
alma para defenderla.
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