Recorro la geografía
de mi patria tan amada
y el gusto a tierra mojada
perdura en la boca mía.
el mate siempre me guía
hacia ruedas de amistad
es condición la verdad
que a todos nos enaltece
espuma que crece y crece
en el campo o la ciudad.
En manos del extranjero
aunque parezca orejano
circula junto al paisano
en el fogón galponero.
El murmullo tempranero
se hace grito cuando encierra
todo el sabor de la tierra
en su simple calabaza
y hace justicia a una raza
que a su costumbre se aferra.
Tradición y complemento
de la criolla torta frita,
cuando en el cielo palpita
la lluvia en cualquier momento.
Tras las ventanas, el viento,
peina suave el trebolar,
las semillas al brotar
calman ansias del labriego
que mateando alzó su ruego
ayer nomás al soñar.
Cuando un cimarrón se ofrece
si es que el amor encadena,
con hojas de yerbabuena
el corazón no padece.
Y si en la brisa se mece
una caricia latente,
es una excusa inocente
para tocarse las manos.
Aunque son sueños lejanos
hoy perfuman mi presente.
Con el mate yo he tenido
un romance sin igual
fue mi compañero leal
trasnochando algún olvido.
Ya se que es tiempo perdido
el llorar alguna ausencia,
me lo dice la experiencia
por eso sigo tal vez,
llevando de mi niñez
ceñida su transparencia.
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