(Dibujo: Juan Lamela)
Era Juan (sin apellido,
que hasta en eso la desgracia
se portó desde la cuna
con él, como una madrastra),
gaucho humilde, como un niño,
valiente como las armas,
sufrido, como el que tiene
por patrimonio las lágrimas.
Hombre duro en la faena,
conocedor de la pampa
en cuya existensa planicie
vio deslizarse su infancia,
ya corriendo el avestruz,
ya enlazando reses bravas,
ya conduciendo carretas,
ya reuniendo hacienda alzada,
era querido en el pago
y citado en las estancias,
como el gaucho más cumplido
de la argentina campaña.
Cuando en la edad del amor
sintió brotar en su alma
de la pasión los ardores
nacidos a la mirada
de una morocha divina,
sola como él, como él huérfana,
con el cariño del ave
que cuelga el nido en las ramas
del alto y frondoso ombú,
formó su hogar, la morada
de sus amantes desvelos,
de sus ambiciones santas.
Mas ¡ay! el gaucho infeliz
nació para la desgracia
y en él se cebó sañuda
matando sus esperanzas.
El juez de paz del partido,
tirano de la comarca,
hombre de avieso carácter
y de pasiones bastardas,
por la querida del gaucho
sintió nacer en el alma,
de lujuriosos deseos
infames y negras ansias.
De amor requirió a la china
mas ella, mujer honrada,
resistió las pretensiones,
rechazó ofertas y dádivas,
y el juez, de su autoridad
haciendo abuso a mansalva,
por un supuesto delito,
sin información sumaria,
mandó a Juan a las fronteras
con un contingente de armas.
Cumplió la injusta condena
el infortunado paria
y cuando al pago volvió
llena de amargura el alma,
creyendo encontrar su nido,
hallar su prenda adorada,
sus hijitos y su hacienda...
sólo halló una cruz de ramas
sobre un montón de ruinas,
restos de la pobre casa
que fue en tiempos más felices
de sus amores morada.
Dos días pasó sombrío
regando de amargas lágrimas
aquellos mudos escombros
residuos de una venganza,
y cuando de allí partióse
odios llevando en el alma,
dejábase entre las ruinas
nobleza y honra enterradas.
Desde entonces, en el pago
no transcurrió una semana
sin que en personas o haciendas
ocurriera una desgracia,
sin que se arrasara un puesto
o se incendiara una estancia;
y en el lugar del siniestro
siempre apareció clavada
tosca cruz y en ella escrita
esta palabra: VENGANZA,
seguida, a guisa de firma,
de este nombre: JUAN SIN PATRIA.
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