lunes, 9 de junio de 2014

Los moros

(Foto: Eduardo Amorim)


Viene un gaucho trajinao
que deja ver en su traza
que anda lejos de las casas
por cómo se ha'comodao.
Sus pertenencias ha liao,
en dos maletas sencillas,
hay leguas en su tropilla
se ve y al son del cencerro
van ocho moros de fierro
tras la madrina rosilla.

Llega a un paraje y se apea
donde hay una cina-cina,
y le pone a la madrina
despacito la manea;
mientras los moros ventean
un charco que hay en la orilla,
con paciencia desensilla
para caballo mudar
y luego va'embozalar
a un morito testerilla.

Trata el gaucho con cuidao
al animal que es de rienda,
y pa' que el moro lo atienda
bajito lo ha conversao;
una vez que lo ha ensillao
le acomodó las maletas
y allí cerquita está quieta
la yegua como esperando,
y entre los moros jugando
el potrillo a las gambetas.

La madrina desmanió
y lo que sonó el cencerro
están los moros de fierro,
atentos... mirándolo.
Una vez que agua les dio
con el cabresto en la mano
vuelve a montar el paisano
y así a galopear se inclina,
va celando la madrina
otro moro rabicano.

Los moros no tienen brillo
pero a la usanza campera
van todos de cola entera
y tuzados con martillo,
aunque de aspecto sencillo
se nota del gaucho el tino,
es dueño de los caminos
con tropillas de esa laya:
y libre por donde vaya
pisando suelo Argentino.


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