viernes, 13 de junio de 2014

La leyenda de Ruperta

(Dibujo: Eleodoro Marenco)


Allá en la costa entrerriana,
cuenta una vieja leyenda,
supo vivir una prienda
servicial y campechana;
joven y bella paisana
dueña de una voz sonora,
sol que al despuntar la aurora
alumbró los campos grandes
era Ruperta Fernández:
curandera y payadora.

Con su guitarra encintada
con banderas diferentes
a muchos les hizo frente
en memorables payadas
hasta que un día su mirada
tuvo un distinto fulgor
al escuchar a un cantor
que amores le prometiera
pero más tarde partiera
hundiéndola en el dolor.

Ruperta se volvió vieja
y vivió esperando en vano
el amor de aquél paisano
que jamás volvió a su reja
y fue su canto la queja
de su herido corazón
hasta que en una ocasión
supo que había regresado
el payador más mentado
de todita la  región.

Una honda melancolía
sintió al contemplar de lejos
el rostro del bardo viejo
que hasta sus pagos volvía;
ecos de lejanos días
y recuerdos a granel,
asomaron en tropel
y entonces dijo bizarra:
-"Alcáncenme mi guitarra
que quiero payar con él".

El gaucho atento la oyó,
el pelo cano revuelto
y con un gesto resuelto
hacia ella se dirigió,
a bordonear empezó
una milonga afinada
y al levantar la mirada
vió a tres pasos de la puerta,
aparecer a Ruperta
quien cantó con voz quebrada:

-"Hace muchos... muchos años,
partió de aquí un forastero,
que pagó mi amor sincero
con olvido, con engaño;
después de ese desengaño
cayó muerta mi ilusión
porque enterré mi pasión
como se entierra un difunto,
cuando en aquél contrapunto
me ganaste el corazón.

"Porqué jugaste conmigo
sabiendo que te quería,
yo supe desde ese día
que eras mi pior enemigo,
te imploré calor y abrigo
pero buscando renombre,
te fuiste mas no te asombre
que tu fama y tu dinero
disimular no pudieron
tus grandes miserias de hombre".

"Pasé la vida esperando
que algún día arrepentido
pusieras fin a tu olvido
y me siguieras amando;
fueron los años pasando
y ya sola en mi vejez
se de que no habrá un después,
está jugada mi suerte
mas no le temo a la muerte
si pude verte otra vez".

Las lágrimas enjugó
y comentan los paisanos
que cerca del Feliciano
su triste voz se apagó...
Y allí donde realizó
sus memorables payadas,
hay una cruz levantada
que guarda una dicha muerta,
el corazón de Ruperta
y una guitarra encintada.



--------------------------------------------------------------------------------------

...
"El oficio de payador, si así cabe llamarlo, no fue(...) potestad del hombre. Curiosamente, la reminiscencia nos lleva, algunas pocas veces, a rescatar nombres de mujeres que, a su tiempo, despertaron la sorpresa y la admiración de los ocasionales contertulios. Marcelino Román, paisano de Victoria, letrado en poesía, solía recordarnos en las veladas que compartíamos, entre otros, con Linares Cardoso, "Juanele" Ortiz y Amaro Villanueva, en su casa de la costa de Paraná, a una mujer, Ruperta Fernández. De ella se memoraban anécdotas, verídicas o fraguadas, que trascendieron en el tiempo y la relación oral entrerriana.
Ruperta, oriunda de La Paz, a orillas del río Feliciano, era mujer agalluda, optimista y servicial. Asistía a los enfermos con unguentos y pócimas cuya composición mantenía en secreto. Oficiaba de amable componedora en disputas o rencillas, ayudaba a las parturientas, aconsejaba y establecía reglas de convivencia. Decían que nunca se le habían conocido amoríos y que, en la velada voz de su canto, dejaba verter la tristeza y la añoranza de algún penar celosamente oculto. No le faltaban asedios ni remilgos sentimentales, pero ella, al parecer, permanecía fiel a un sueño, a un recuerdo.
No faltaba a las fiestas. Asistía con su guitarra encordada a la zurda, el mástil adornado con cintas que representaban los colores de todas las banderas americanas y, sin hacerse rogar, cantaba improvisadas coplas con sucesos de la zona y, más atrevida, algunas recetas rimadas de su medicina empírica. Siempre se le privilegiaba un lugar en la reunión y ella lo compartía con su belleza personal y su inseparable guitarra. Román contaba estas cosas mientras la ronda del mate monologaba a la callada y contemplábamos por el ventanal el suelo empapado por las flores del jacarandá, y oíamos pasar a los pájaros silvestres silbando chamarritas".

Extractado de:
Rincón gaucho

Ruperta, la payadora del paisaje entrerriano

por  Luis Ricardo Furlan Para LA NACION del 10 de Junio de 2006.

No hay comentarios:

Publicar un comentario