(Pintura: Juan Carlos Castagnino)
Santos Vega, el payador,
aquél de la larga fama
murió cantando su amor
como el pájaro en la rama.
Ni cenizas en el suelo
de Santos Vega quedaron
y los años dispersaron
los testigos de aquél duelo,
sólo un viejo y noble abuelo
así el cuento terminó:
-"Y si cantando murió
aquél que vivió cantando
fue (decía suspirando)
porque el diablo lo venció".
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¡Qué lindo es ser Argentino
y gritarlo al mundo entero,
acollarao al pampero
para peinar los caminos.
Tener tropillas de trinos
bien entablada en el canto,
hacer música del llanto
ver el cielo en cada estrella
y reserear por la huella
que dibujó "El Viejo Santos".
Levantarse en las mañanas
con el lucero en la frente
y abarcar de un redepente,
toda la vida pampeana.
Sentir las fuerzas humanas
libres de todas cizañas,
bendecir al sol que baña
a nuestra tierra Argentina,
del Ande hasta las Malvinas,
selvas, llanos y montañas.
Tierra de paz y sosiego,
tierra de hombres payadores
que dende nuestros mayores
mantienen vivo ese fuego.
Hombres que tienen apego
a lo que de antes nos llega
y están firmes en la brega
a la sombra bienhechora,
de la bandera sonora
que nos legó Santos Vega.
Viejo Santos yo te evoco
en éste aire de milonga,
que en el pecho me rezonga
cuando la guitarra toco.
Y pienso: no me equivoco,
si declaro aquí aparcero,
cuanti más entre sureros
que veneran su memoria,
¡no se ha de perder tu historia
mientras quede un guitarrero!
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