del
suelo felicianero,
montaba
un “picaso tero”
si
lo apuraba su afán…
Y
tenía el “alazán”
calzado
-de patas blancas-
de
cargar chinas en ancas…
Y
el “sabino” era una pluma:
sobre
el río era un espuma
borboteando
en las barrancas.
“Tordilla”
fue la madrina
de
lunar en el cuadril,
punteado
como alguacil
que
el viento no arremolina…
Cada
aurora campesina,
cencerreaba
en la “tordilla”…
Y
al trotear por la gramilla
casi
se volvió un refrán:
“Donde
chifla Corvalán
es
que viene la tropilla”.
Muy
mansos los dos “overos”…
Y
el “moro”, tirando a plomo,
siempre
era frío de lomo
cuando
le ponía los cueros…
cuidaba
dos parejeros
“zainos”
para el otro evento…
Cada
uno era un portento
para
las lides cuadreras:
que
silbaban las clineras
si
corrían contra el viento.
De
acollarar redomones
tenía
el “bayo”, por si acaso,
lunanco
del lao del lazo,
pero
con sus condiciones…
También
por las extensiones
cruzó
el “ruano testerilla”
y
el “obscuro gargantilla”
que
era bueno como el pan:
y
sostenía Corvalán
que
era un lujo en su tropilla.
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