"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
miércoles, 30 de abril de 2014
Pico a pico
En el último potrero
de la estancia La Amarilla
estaba Juan Cabanilla
cambiando un torniquetero,
cuando al grito de los teros
medio bordeando el camino,
en un lobuno barcino
venía Clarito Esquivel
puestero también como él,
pero del campo vecino.
Como viejos conocidos
se saludaron atentos
y en camperazo acento
entraron a hablar tupido,
de los casos conocidos,
de toros, de pariciones,
de padrillos, de galpones,
de cosas sin importancia,
del trabajo de la estancia
y el trato de los patrones.
Hablaron de las cosechas,
de semillas importadas,
de las grandes tractoreadas
y de las melgas derechas.
De lo bien que se aprovecha
el campo con los boyeros,
de molinos, bebederos,
caminos y terraplenes,
de la yerras que se vienen,
de lazos y de terneros.
Hablaron de tiempos duros,
del precio del almacén,
y de la muerte también
de la esposa de Don Arturo.
De los chicos, y el apuro
pa' mandarlos a la escuela,
del julepe'e doña Nela
cuando al cruzar las vías
le echó viento el otro día
el tren que va pa' Cañuelas.
Hablaron cuasi a las risas
con maliciosa jarana
del pobre chueco Maidana
que lo dejó La Petisa,
del platal que se precisa
pa' facturar este invierno,
de los cochazos modernos
que cambia el hijo 'el patrón,
del último ventarrón
y del rumbo del gobierno.
Hablaron tanto y tupido
hasta que el buche molesto,
le hizo acordar que en el puesto
está el puchero servido.
Apuraron un despido
como quien hace algo malo
y a lo peludo e' regalo
cayeron justo a comer,
Clarito sin recorrer
y Juan sin cambiar el palo.
(Pintura: Rodolfo Ramos)
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