(Pintura: Francisco Madero Marenco)
Taloniando los hijares
de mi “tresalbo lunanco”,
hago un galope del tranco
y lo embico pa’ sus lares.
Dende el puesto ‘e “Los Chañares”
y con el magín caldeao,
caigo a su fogón mentao
como yuyo ‘e camalote,
como pelota ‘e rebote
por no decirle mamao.
Más no por gaucho chanflón
me v’a ricular su mano
y al darle la mía, paisano,
¡choque, que va el corazón!
¡Malhaya, con el porrón,
que no le puedo arisquiar!
Porque ando con mi penar,
peludiándole a la mala;
¡zorzal que no arrastra el ala
y su destino es cantar!
Ansí arrocinao me truje
con mis arrestos camperos
donde cantan los boyeros,
hay vigüela y el güey muge;
quiero juyirle al embruje
de la que jue prienda flor
y gambetiarle a su amor
que me amarró, hablando en pesos,
al palenque de sus besos
como un ñudo potriador.
Matrera y de arresto bravo,
me tuvo con su donaire
igual que un clavel del aire
acoyarao a un guayabo,
pero gaucho al fin y al cabo
y aunque enredao a su pial,
me salí del chapatal
y quiero olvidar sus dones,
aunque tenga en cien porrones
que peludiarle a éste mal.
Me culebrió la emoción
en la fantasía del viaje
y le canté al aperaje
las cosas del corazón,
sobre ellos soñé mi don
bajo la luna emponchao
y sobre ellos he llorao
porqu’he sido pa’ los males
blando como los pajales
que han orillao el bañao.
Y aura, cumpa, en macho estilo
le brindo estas camperiadas
pa’l solar de sus patriadas,
pa’ su carreta y su asilo,
mis charamuscas le apilo
pa’ chamizo ‘e su fogón,
oro viejo, tradición
que irá en mi sangre metida
cuando en la güeya ‘e mi vida
se me empaque el corazón.
(Ca. 4/1937)
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