miércoles, 9 de abril de 2014

En el auto




Bien sentao: la vista al frente,
y agarrao a la ruedita,
que está afirmada y lisita
y que obliga a ser prudente;
miráo por toda la gente,
como con almiración,
me hallaba en una ocasión,
en mi coche "voiturette"
anca redonda, paquete,
y lleno de relumbrón.

Con desconfianza miraba
porque era poco baquiano,
sin perderle ojo a la mano
que el rumbo me señalaba.
Y se hizo la cosa brava,
cuando sonó el gorgorito
medio enojao y cortito
con que manda el vigilante
que atropelle el manejante
sin tardanza y ligerito.

Le puse el cambio en primera,
y le hundí el "encerador",
dentró a roncar el motor
en segunda y en tercera.
Y como si poco juera,
la cuestión de manejar,
se me acomodó a la par
una moza pa estorbarme,
u tal vez pa convidarme
con ganas de disparar.

Y dentramos a correr
pero no atropellar,
a un viejo que iba a cruzar
y que no me pudo ver,
llegué el manubrio a torcer,
ladiando la dirección;
atropellé un ventanón
subiendo por la vedera
deshaciendo una vidriera
y me corrí hasta el salón.

Había quedao el suelo,
sembrao de cien golosinas
de tortas, de masas finas,
confites y caramelos.
Y jueron mis desconsuelos
ver las gomas desopladas;
las mujeres desmayadas,
el enojo del patrón...
¡Yo en esta situación
y en la pior de las guapiadas!

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