que
en rudezas campesinas
pasa
una vida, sin finas
costumbres
de pretender,
aquella,
que con placer
una
vaca, va a ordeñar,
pudiendo
fácil manear
llenando
el balde lechero…
y
luchándolo al ternero
que
no quiere cabrestear.
Mujer,
que muy tempranito
con
un poco de cereal,
a
sus aves de corral
alimenta,
en un ratito,
la
que en algún rinconcito
hizo
“quinta” de verdura,
punteando,
la tierra dura
con
vigor de una muchacha…
y
a dos manos con el hacha
corta
leña, con soltura.
A
esa mujer, sin pereza,
que
ayuda a su compañero,
en
el corral, el potrero,
de
a caballo, con destreza;
que
no andará con rarezas
ni
sus manos las mezquina
de
tiznarse en la cocina
con
cacerolas de sopa…
y
aún lava toda la ropa
en
un fuentón, o una tina.
La
que no olvida de hacer
las
tareas de la casa,
por
eso unas horas pasa
en
remendar… en tejer;
la
misma que va a prender
el
fuego para el asado,
y
al asador, ensartado
puso
un cuarto de capón,
que
charquió con precisión
del
garroncito colgado.
Campesina
de “una pieza”
hasta
ordenar un galpón,
y
a la par del mejor peón
levanta
bolsas que pesan;
no
tiene delicadeza
si
hay que entrar en el chiquero;
con
práctica de un campero
si
la ocasión se presenta,
ata
un sulqui… y desenvuelta
sabe
estaquear cualquier cuero.
Le
canto por su simpleza
porque
es como flor silvestre,
teniendo
conciencia agreste
guarda
dulzura y belleza;
mujer
de campo, en nobleza
¡quien
la pudiera igualar!
Matecito
al aclarar,
Hogar
que tan lindo ofrece
y
este homenaje merece…
que
así, le quise dejar.
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