(Pintura: Eleodoro Marenco)
Entre grandes chañarales,
piquillines y brusquillas,
caldenes, jumes, jarillas
y muchos algarrobales.
Donde cantan los zorzales,
las calandrias y el boyero,
donde canta el teru-teru
y otras mil aves canoras,
vive sus últimas horas
el gaucho Braulio Lucero.
Es un rancho pobretón
que sostienen cuatro estacas,
con diez cabezas de vaca
que hacen círculo a un fogón.
Una yerbera, un porrón,
un mate y un asador,
un candil y un maneador
y en un cuerno de venao,
un ñandú recién boleao
con una picana flor.
De puerta un cuero estaqueao,
con el hollejo pa’juera,
sujeto a un marco ‘e madera
completamente cuadrao.
Tras de la puerta colgao,
un bozal y un maneador,
un lazo, que es lo mejor
que se conoce en la zona,
se parece a una bordona:
delgadito y zumbador.
Una tropilla entablada
fiel al tin tin del cencerro,
varias ovejas, un perro,
diez chivos y una manada.
Una guitarra empolvada
que tiene en el clavijero,
de azul y blanco un letrero,
bordado en cintas muy finas,
que dice: “Juana Medina,
pa’l gaucho Braulio Lucero”.
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Dice "Tonito" Rodriguez Villar: "No sé quién es el autor de estas décimas. Me las enseñó Félix Dardo Palorma quien las cantaba por cifra".
En la grabación que escuchamos Yapi Antín introduce otras variantes.
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