"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
miércoles, 23 de octubre de 2013
La Doma
Cuando al personaje
de mi obra "el Yuyei",
le mataron el compañero,
andaba como perdido
entre el humo del tabaco
y la cerrazón del alcohol.
En la pulpería de "Ventos"
una tarde en la frontera,
lo halló el teniente Aguilera
y lo arrió pa'l regimiento.
Como domador sin cuento
cayó como de exprofeso,
tenían unos crudos de esos
que ni el diablo se le sienta
y al saberlo se presenta
al jefe pidiendo ingreso.
Y ahí quedó en el escuadrón
con sus pilchas domadoras,
se le veia a toda hora
a la orilla del fogón.
Ya rematando un botón
o maseteando algún cuero,
era pa'amansar ligero,
ganaba tiempo a pacencia
por su tremenda esperiencia
de domador corralero.
Como el indio había ingresao
tan solamente pa'domar
nunca se le vió picar
ni tampco uniformao.
Andaba siempre ataviao
a la más antigua usanza,
y tan lindo el indio avanza
que ganó entre domadores
y todos los superiores:
admiración y confianza.
Sin embargo un coronel
que lo tenía entre ojos
le dijo que: "no servía
esa doma que hacía él".
-"De los potros del cuartel
no vaya el mío a tocar,
que yo le voy a enseñar
cómo se trabaja a freno
para que usted aprenda al menos
lo que es doma sin tirar".
"Esa doma sin tirar
puede ser pa'parejero
que los adiestran primero
donde tienen que parar.
Pero para trabajar
apartando en un ganao
en un corral apretao,
son fácil de enmudecer
y quedar como mujer
de rojos labios pintaos".
"Yo se que hay domadores
que a freno a un bagual arredran,
como se que entre las piedras,
nacen plantas que dan flores
y aunque de hermosos colores
no son de buena fragancia,
porque no traen la sustancia
que las raíces encierran.
Lo que viene de la tierra
tiene mayor importancia".
"Por eso cuando comprenda
que su caballo está pronto;
avisemé, así le monto
uno mío a la par de rienda
y hacemos una contienda
de pruebas sobre el terreno
que se ha de pasar de bueno
si me deja abochornao
con un caballo domao
como los gringos, con freno".
Pero un día hubo fiesta
y el jefe del escuadrón
dijo: "No habrá una ocasión
tan propicia como ésta,
para definir la encuesta
del indio fiel coronel,
frente al contrapunto aquél
del saber y del coraje:
¡los gritos del milicaje
hacían temblar el cuartel!
Y el jefe del escudrón dijo:
"no me den "presunto"*
porque siendo un contrapunto
hay que medir condición".
Le ganó el indio el tirón
y en un círculo cerrao
lo volcó pa los dos laos,
con tal lujo, tal maestría,
que en las paletas decía
que la tierra había tocao.
Lo alzó en el aire después
y al quedar como balanza
lo hizo hacer más mudanza
que un bailarín cordobés.
Como pa asombrar tal vez
a toda la milicada,
con las dos riendas cruzadas
lo dejó y quedó parao,
exhibiendo en el bocao
blanca espuma amontonada.
Blanca espuma amontonada
que en el bocao al quedar
como jabón pa afeitar:
blanquita como nevada.
Cualquier gaucho de pasada
lo hará por descontao,
que el potro está bien tirao
por un domador de clase,
que el boca seca no hace
espumita en el bocao.
Cerró pierna el coronel
y al rayarlo sobre el suelo,
en un bárbaro revuelo
le dibujó un redondel.
Pero cuando quiso él
cambiarlo de tiro falo
todo su esfuerzo fue en vano
y al apretarlo de lleno
entró a negarse en el freno
y a parársele de mano.
Entonces se oyó un rumor
en toda la milicada
mientras sobre la quijada
lo entró a golpiar con furor;
el caballo de dolor
quedó atrancao y aturdido;
viendo que estaba perdido
se desmontó el coronel,
salió de tiro con él
con la humildad de un vencido.
Después el domado a freno,
al indio se lo osequió,
y tan bien lo acomodó
que se pasaba de bueno.
Comentan de orgullo lleno,
los soldados del escuadrón,
que suelen en el galpón
de econtrarse en el cuartel
el Indio y el Coronel
matiando junto al fogón.
Bueníííssimo!
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