miércoles, 3 de julio de 2013

Silbando un cielo

(Pintura: Castells Capurro)

Era costumbre madura
pa'Justo Servando Anglada,
la rutinaria llegada
a la pulpería "La Altura";
de ferrea y firme figura
pero de trato cordial
con el rico capital
de amistades a montones,
de mensuales y patrones
o cualquier gaucho casual.

Pa'su sana distracción,
llegao el día domingo,
caiba siempre con su pingo
"pa'olvidar su obligación";
nunca faltaba un rabón
pa'entregarse entretenido;
y aunque ganao o perdido
de ahi era el trago mejor...
porque tiene otro sabor
todo vaso compartido.

A veces una carrera...
unas pisadas de taba...
pero jamás se bandiaba
ni llegaba a una zoncera;
pasaba la tarde entera
dándole el gusto a su "anhelo";
siempre tuvo de siñuelo
la prudencia, a su entender!
Montaba al oscurecer
y se iba silvando un cielo...
......................................
.....................................
Un bochinche superio
de ajuero se hizo escuchar;
como pa'sobresaltar
al grupo del interior;
se oyeron gritos de horror
y con Servando salieron
lo rápido que pudieron
cuasi tuitos los presentes!
Los corazones latentes
en los pechos se oprimieron...

Dos fierros con brío fiero
cruzaban dos mocetones;
pero más que unos pichones
afirmaos a lo carnero;
un criollo gritó certero:
-"¡Asujeten inconcientes!",
los engreídos de valientes
desoyeron la alvertencia;
y entró a rondar la presencia
de desgracias inminentes.

Dispacio se jue acercando
al centro del hervidero,
sin mover el avispero,
el gaucho Justo Servando;
como quien va calculando
una firme intromisión;
y llegada la ocasión,
como un rayo de ligero,
dentró en acción su talero
con soberbia precisión.

Dos golpes que ni se vieron
pero firmes y machazos
chocaron sobre los brazos
y los facones cayeron;
cuasi ni cuenta se dieron
los "guapos" del entrevero
cuando el hombre con esmero
frente a tuitos los mirones
alzando los dos facones
se los entregó al pulpero.

-"Guárdelos por un tiempito
pa'que se enfríen los pollos";
y lo aplaudieron los criollos
con ganas de echar un grito,
alguien expresó un ¡bendito!
por la frustración del duelo;
se arregló, Justo, el pañuelo
montando luego su pingo;
le dijo: ¡adios! al domingo
y se jue silbando un cielo...

El Rincón, 2-11-89.

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