Quieta y muda la llanura
sembrada está de taperas,
los pájaros y el silencio
acompañan su tristeza.
El yuyo borró el camino,
hay candao en las tranqueras
que ayer como corazón
permanecieron abiertas.
Un pasado de familia
dejó un vacío de pena;
de tanto en tanto cae gente
tan solo en busca de leña.
Las paredes de los ranchos
reclaman lejanas puertas,
que abrigaron los inviernos
de las heladas más cruentas.
Y las risas infantiles
se extrañan en las escuelas,
blancos mojones que lloran
con guardapolvos de ausencia.
¡Qué soledad en mi pampa
que acunó tanta tibieza!
¿Porqué se fueron tus hombres
a hacinarse en la miseria?
Que alguien ponga genersosas
semillas en manos buenas,
y que se pinten de rojo
los techos de las taperas.
Porque aun la tierra es madre
que se desangra y que espera
ver retornar a sus hijos
para volverse más bella.
Para agradecer en partos
de trigos y de terneras
con sus mujeres y niños
y con sus hombres de vuelta.
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