Igual que una sepultura
tenías dos palos en cruz
y eras un rayo de luz
en medio de la llanura,
eras señal de frescura,
¿te acordás del tiempo aquel
cuando la hacienda en tropel
cáiba al rigor de la siesta?
Era pa’ vos una fiesta
sentirte rodiau, jagüel.
La roldana que en su ruido
lo dejó solo al hornero
que en lo alto del crucero
le gustaba hacer el nido;
hoy de un tala que ha salido
donde estaba la represa
ya no le causa sorpresa
verlo al tranquilo puestero,
si parece el aguatero
con su pingo que regresa.
El balde que fue una joya
perdió y quedó sin desquite
y en el puesto es escondite
que enclueca la pata criolla;
un lazo perdió la argolla
en el gancho volcador
y un cacho’e cadena flor
gastau de tanta batalla
es la única medalla,
que el tiempo dejó en tu honor.
Y en el medio del potrero
donde te hiciste leyenda
sigue afirmada una rienda
sosteniendo el esquinero;
han quedao del bebedero
los ladrillos desparejos
y en el último bosquejo
que el silencio te provoca
te han tapado bien la boca
con púas y tachos viejos.
Hoy ya no te queda nada
y solo por tradición
cuando cae un chaparrón
junta un charco tu hondonada,
y vuelve en las madrugadas
a darse un baño el lucero
faro de un grillo viajero,
navegante
de algún tarro
y seguís juntando barro
pa’ que se quede el hornero.
pa’ que se quede el hornero.
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