miércoles, 21 de noviembre de 2012

Manos brutas



Ni sé qué pensar a veces
d'estas manos que yo tengo...

Pa'cualquier cosa me sirven;
menos... pa'ganarme un sueño.

Por a'i se me hacen estorbos
que me han atao a los tientos...
Cosas no más:
                      dos maletas
pesadas de desconsuelo.
Y por a'i en las tormentas,
cuando tiemblan mis horneros,
se me hacen raices d'este árbol
rigoriao por los inviernos...

Con ellas, alambradoras,
fui enclavijando esquineros
y encordando los caminos
pa'que guitarriara el viento...

Pero ande alcé cuatro horcones
pa'mi, pa'ganarme un techo,
ni bien le peiné la quincha
lo hizo astillas el pampero!
Ni sé qué pensar a veces
d'estas manos que yo tengo...

Grandes, son.
                      Grandes... y juertes;
manos de pobre; rimiendos
pa'defender de la helada
los desamparos del pecho!

(Es que hay que agarrarse en nada
compadre, pa'dir viviendo.
Precisa... las tales garras!
quien es, poco más o menos,
clavel del aire nacido
del lao de los aguaceros...)

Y sin embargo, estas manos
domadoras que está viendo,
duras, brutas, humilladas,
no se han negao a lo tierno...

Qué miseria no aliviaron!
De qué dolor no supieron,
que al arañar la guitarra
como campiando un consuelo,
suelen temblar los quebrachos
y callarse los jilgueros!

Ni sé qué pensar a veces
d'estas manos que yo tengo...

Las tengo... pa'sualquilarlas;
pero ocasiones las pierdo,
y es que andan por a'i... de balde;
priestadas p'hacer lo ajeno!

(Y cuando vuelvo a encontrarlas
no vaya'crer que me alegro...)
Las miro... y no las conozco:

"... Sabe Dios qué les han hecho!"
(Y las levanto, no crea;
como un grito!
                      Porque pienso
que de ricos, y de pobres,
se está cansando hasta el cielo!)

Ni sé qué pensar a veces
d'estas manos que yo tengo;

cuando andan entre la gente,
son igual que un campo abierto:
saben dar, anchas y claras,
su amistá de cinco dedos!

Pero ... de andar solitario,
noche, fogón... y silencio,
cuando uno se inclina un poco
p'asomarse al pozo'el pecho
y lo dentra a ver tan hondo
que'l alma duele hasta el güeso,
pa'no verlas, tan vacidas!,
tan inútiles!... las cierro:

y a'i están mis manos;
                                 brutas
como dos terrones secos!

Pa'cualquier cosa me sirven;
menos... pa'ganarme un sueño.

Mariposas y esperanzas
se hacen polvo entr'estos dedos!



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Pd: (Carta de don Atahualpa Yupanqui a don Osiris por motivo de no asistir a un homenaje del poeta Uruguayo)

Paisano Osiris: ante todo disculpe Ud. mi ausencia esta noche, en que tantos se han reunido a rendirle a su obra tan merecido homenaje.
A mi modo quiero arrimar este relato de lo que representó para mí conocerlo y a su obra en aquellos primeros años míos de aleteo tímido y asombrado entre coplas y sonetos.
Al llegar del colegio me encontré con Ud., una tarde, sentado en un puf traído de Marruecos y a mis padres conversando y escuchando sus canciones y sus versos. Nos ganó su apostura seductora, su lenguaje y la sonoridad orientala de su fabla que tanto nos gusta a los criollos de aquí. Mis padres y yo escuchamos en silencio sus canciones, aunque debo confesar que la forma de su canto no era atractivo para mí. Sí su forma de decir sus versos.
Hasta que en un momento aparecieron esas "Manos Brutas" que conmovieron mi adolescencia anhelosa de poesía-verdad, de canto afirmado en el pueblo. Esas manos me resultaron tan inolvidables como todas las manos que ví desde mi infancia en mi Cerro Colorado: manos de picapedreros, domadores, hacheros, peones siete oficios. Desde niño el asombro me ganaba cuando esas semejantes manos, llenas de cicatrices de tiempo, lluvias, vientos y tironeos del lazo con que se sujetaban a la existencia, estrechaban las mías con suavidad y ternura de arroyo serrano.
Manos Brutas... Si era para no creer tanta justeza al cantar a aquellos hombres que constituyeron el universo de mi infancia.
Me lo aprendí de memoria cuando llegó a mis manos su libro. Y mientras lo decía, desfilaban esos paisanos.
Aquella tarde quedó escondida en un recodo de mi memoria, hasta que recibí el convite de esta noche.
Tal vez alguien lea o diga Manos Brutas, para que esta noche acompañen su memoria los Barrera, los Medina, los Sosa, los Ibañez, los Saravia que me convidaron yerbeao con pan casero a la hora del descanso. Seguro que van a estar en primera fila como están las estrellas en la noche de mi Cerro Colorado. Salud a su memoria. Salud y vida a su obra don Osiris.
Firmo estas palabras, nacidas de mis entrañas, como Ud. me conoció.


Atahualpa Yupanqui
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Carta tomada de

FUNDACIÓN ATAHUALPA YUPANQUI - www.atahualpayupanqui.org.ar



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