(Pintura: Carlos Montefusco)
Más escuela no he tenido
para mi instrucción campera
que la extensión toda entera
de mi suelo tan querido;
es en él donde he leído
lo que he logrado aprender,
pues bien se puede leer
en el suelo, con cariño,
aprendiendo desde niño
lo que de hombre hay que saber.
Yo deletrié en la cartilla
de nuestras cosas primeras,
en los ranchos, las taperas,
y en la volanta sencilla;
vi un plano en cada tropilla
de esos hombres aguerridos,
indicando recorridos
de distancias inmedibles,
cuando a ellos los imposibles
les eran desconocidos.
Yo leí en los pajonales,
en las sierras, lomas, llanos,
en las zarzas, los pantanos,
en el monte y los breñales;
yo aprendí de los zorzales
la expresión nativa y pura,
yo conquisté la hermosura
de mi suelo con mi amor,
y así cada estrofa es flor
que hoy me brinda la llanura.
Yo leí en los tajamares,
en los jagüeles, la noria,
a lo que hoy me es una gloria
dedicarle estos cantares;
son tratados seculares
que veo desaparecer,
en los que pude aprender
las cosas que en mí palpitan;
tratados que no se editan
pero en que se puede leer.
Yo he leído hasta en la luz
que besa la cortadera,
en la larga carretera
y del toro en la testuz;
en la gama, el avestruz
cuando hace una escaramuza,
en el tero y la lechuza
que dicen tanto en su grito,
y "Patria" está como escrito
en el chiripá y la blusa.
Aún leo en el prenderío
y galas del paisanaje,
como el memorial del viaje
del cariño a lo que es mío;
aún leo en el atavío
de la china bien plantada,
y al cruzar de una bandada
de patos y de cigüeñas,
leo memorias porteñas
que firma el sol de pasada.
Y sigo siempre constante
con esa lectura bella,
de la vida por la huella
y lo nuestro por delante;
aprenda así el ignorante
en su propio suelo a leer,
aprenda para poder
hoy o mañana enseñar,
que el suelo nuestro es altar
y que la patria es deber.
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