En la estancia "El Espinillo"
de los campos de Guerrero
tuve con un compañero
por un asunto sencillo,
un duelo criollo a cuchillo
con desiciones de muerte.
Los dos encaramos fuertes
deseosos de terminar
pero al muy poco de andar
me tocó la mala suerte.
Era una noche de luna
en un callejón perdido
y en un lugar convenido
para una hora oportuna
donde persona ninguna
pudiera llegar a ver;
fue cosa de no creer
cuando el contrario caía:
escuché a la espalda mía
el grito de una mujer!
-"¡Lo mataste falso amigo
tan solamente por celos!,
¡Lo juro por mis desvelos
que vas a pelear conmigo!"
Más chato que pasa de higo
me dejó su aparición,
y arrancándole el facón
de la mano del finado
si yo no me hago a un costado
me manda pa'otra región.
Rugiendo como una fiera
me tiró una puñalada
y cual vaca acalambrada
se mañó con la pollera.
Ahi pasó que sucediera
pa que yo me haya salvado,
porque me hubiera dejado
acompañando al dijunto,
pa'salir de aquél asunto
¡me vi bastante apurao!
Salí sin dejarme ver
por la noche protegido,
ya alguno había consentido
que lo mató la mujer;
al tiempo vine a saber
que ella se había degollao
y que se había desangrao
sobre del pecho del muerto,
yo aseguro que fue cierto
porque a mí, no me han buscao.
Seguí trabajando allí
pero era cosa imposible,
con el recuerdo terrible
del hecho que cometí.
Pedí las cuentas, me fúi
pero sin decir adónde
porque a nadie corresponde
saber lo que no le importa,
¡sólo aquél que lo soporta
sabe el delito que esconde!
(Pintura: Jaime Rosa)
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