Cuando al salto y de escondido,
trecho a trecho y mata a mata,
el tiempo
vistió de plata
mi cabello
renegrido,
mucho habré
desmerecido
de mozo pa’
ser anciano,
pero sé que
algún paisano
me
cuartiará en el camino.
¡Sobre mi
suelo argentino
hay muchos
hombres humanos!
Yo soy de
alcurnia muy baja
porque nací
en pobre cuna
y no tengo
más fortuna
que la de
aquel que trabaja.
Cuando muera,
mi mortaja
será el
tiempo que he vivido,
el polvo
que ha removido
mi tropilla
en los senderos,
un adiós de
los reseros
y un negro
poncho de olvido.
Pero mientras
siga andando
quiero
tener el consuelo
de andar en
mi propio suelo
viejo, pero
trabajando.
Y mientras
siga sonando
el cencerro
en la madrina
desde el
Plata a las andinas
tierras dirán
los camperos:
¡Allá va un
viejo resero
de nuestra
Patria Argentina!
Quizás vaya
de regreso
al declinar
la esistencia;
los campos
de mi querencia
los
necesita el progreso.
Más no creo
que por eso
se acabe la
tradición;
donde quede
una estensión
de campo
allí habrá un overo
que llorará
en los potreros
la muerte de
su patrón.
No sé en
que sierra o quebrada
daré el
relincho postrero
recostao
sobre el apero
al terminar
mi jornada.
Pero en mi
mano cerrada
han de
encontrar mi facón
y mi última
esclamación
ha de
llegar hasta el cielo
¡que se
levante del suelo
pa’
servirme de oración!
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