miércoles, 22 de agosto de 2012

Huasamayo



Primero, antes que todo, fue una danza
voluptuosa en el seno del pantano.
Mucho después, un cálido suspiro
en las fauces abiertas del verano.

Más allá, por las altas cordilleras
amaneció de gris en los carámbanos,
corazón en helada estalactita,
floración de humedad por el espacio.

Por esas soledades del silencio
llevaba en su memoria el calendario;
un otoño amarillo de paisajes,
un invierno de río tributario.

El viento, el sol, el frío, las plegarias,
las negras cerrazones lo encontraron
amaneciendo en los cielos de tormenta
por esas tempestades del verano.

Llegó al centro del clima de noviembre
casi ciego de luz por los nublados.
Llovió sobre las secas polvaredas
desde el Alto Perchel hasta Abra Mayo.

Llenó los callejones y las sombras.
Ebrio de noche oscura, por el barro,
revolcó las doncellas de las fuentes
con la ardiente lujuria de sus brazos.

Estrelló sus pupilas de viajero
en el centro bermejo del remanso.
Viejo de andar, volvía hasta Tilcara,
antiguo amor que nunca había olvidado.

Hasta el puente del recio maderamen
le hizo crujir las vigas de quebracho.
Era el poder inmenso de la tierra
por un puñal de lluvia desangrado.

Oh, mi río de piedras y de espuma,
hijo de la tempestad y del relámpago,
lloro por vos cuando me encuentro lejos,
cuando te nombro, hermano Huasamayo.

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