(Pintura: Eleodoro Marenco)
Sentao adentro me hallaba
en un banco petizón
saboriando un cimarrón
que la patrona cebaba:
sobre el brasero la pava
cual si estuviera empollando,
las brasas que coloriando
le formaban tibio nido,
entrecortao chillido
pegaba de vez en cuando.
Solos los dos ese día
nos habíamos quedao
pues el hijo convidao
a jugar la lotería
pa'l puesto de las García
rumbió muy entusiasmao:
parece que anda enriedao
con la menor de las mozas
aunque a su madre estas cosas
entuavía no le ha contao.
Mi gurí que ayer gateaba
ya se me ha vuelto un muchacho.
"Se va la vida, caracho!"
pa'mis adentros pensaba,
y al tranquito regresaba
por caminos recorridos
campeando bueyes perdidos
en eso de andar andando
pa'ver al dirlos hallando
lo lejos que se habían ido.
A todo esto se escuchaba
de rato en rato algún trueno
que en el ambiente sereno
hasta lejos retumbaba:
la tormenta se acercaba
tras de un vientito puntero
que a la cocina altanero
se ganó dando un puertazo
y ya un chaparrón machazo
lo cargó firme al alero.
Y ya le empezó a pegar
como si por tanto fuera;
se asomaron las goteras
con ganas de curiosear.
Y el techo empezó a llorar
tal vez por verse impotente
de parar aquél torrente
que en maldito desenfreno
iba inundando el terreno
lente y prepotentemente.
La tarde ya se iba yendo
arriada medio de apuro
por un cielo gris oscuro
que el paisaje iba cubriendo.
La lluvia seguía cayendo
y no mostraba, a mi ver,
ni miras de componer:
soplando el viente del Este
dicen "agua como peste"
y así nomás suele ser.
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