(PInturas: Patricio E Marenco)
Entre las tantas andanzas
que yo tengo de campero
una, cuando fui resero,
via contarles sin tardanza.
Era como mi esperanza
y lujo aqueya tropiya
porque fueron maraviya
de trotar legua tras legua,
siempre detrás de la yegua
pisoteando la gramiya.
A mi yeguita madrina
qu'era de pelaje pampa
con toda la cara blanca,
chiquita, bien crioya y fina;
se crió como en la cocina,
hija'una yegua picasa
con un padriyo de raza,
comprao en exposición
que murió cuando el ciclón
que se yevó el techo'e casa.
También tenía un overo
que era como una luz,
se lo compré en Chascomús
en la feria a un resero;
pa los trabajos camperos
no he conocido otro igual
que junto a un bayo candial
en yerras, tropa o corrales
eran los dos animales
un lujo para apartar.
¡Qué pingo era el azulejo!
que junto a un entrepelao
andaban amadinaos
igual que dos perros viejos,
les faltaba hablar, canejo,
eran de sobra entendidos;
nunca en los años vividos
vide saltar alambrado
como aquél entrepelado
y el azulejo querido.
Y cuando para el domingo
ensiyaba el porcelano
que era un pingo soberano
hecho como pa distingo,
no había crioyo o gringo
que se parara a mirar
por su forma de trotar
de lujo o de sobrepaso
si usted lo viera amigazo
¡hermanito!, iba a exclamar.
Pero la suerte tirana
quiso que en una rodada
la cadera me quebrara
y adiós a mi vida paisana.
Ya no ando por las mañanas
ensiyando redomones,
ni salgo con otros peones
a trabajar de resero,
hoy soy un hombre campero
que vivo'e recordaciones.
(Pintura: Patricio E Marenco)
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