Ya la tarde declinaba,
en el lejano horizonte.
Junto al picacho de un monte,
Junto al picacho de un monte
suave el sol se desmayaba.
Dicen los de esta payada
que se había quedao atrás;
de la hacienda montaraz
apenas se oía el bufido,
y al rato quedó dormido,
y al rato quedó dormido
el campo en silencio, en paz.
Del alfalfado tapiz
percibiase el aroma
y silbando por la loma,
y silbando por la loma
iba inquieta una perdiz.
De su cueva salió el cui
en camino al cajonal,
y con su calma habitual
un buey descansaba echao,
como si hubiese encontrau,
como si hubiese encontrau
la piedra filosofal.
Ya la noche se venía,
paso a paso, lentamente,
silenciosa y elocuente,
silenciosa y elocuente
como la tristeza mía.
Al rato ya se veía
temblando dentre el montón
y como improvisación
de su nacarada cuna,
brilló tranquila la luna,
brilló tranquila la luna
lo mesmo que un mancarrón.
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