(Pintura: Alfred Paris)
Al tranco de un alazán
que me dieron pa domarlo
me allegué pa saludarlo
al viejo Fausto Bazán.
Hombre que siempre un refrán
tiene pronto en un amago,
y entre amargos y algún trago
-costumbres que no son feas-
dentró a recordar peleas
que había habido en ese pago.
Y mientras que un tronco ardía
despacioso en el fogón
le puse mucha atención
porque el viejo no mentía.
De un hecho al otro seguía
en su memoria el tropel,
y ansí yo supe por él
que el finao abuelo mío
pelió en la costa del río
con Juan José Coronel.
Lo que no puedo olvidar
-dijo el viejo entristecido-
fue cuando pelió Garrido
con Mauricio Salazar.
Como pa hacerlos parar
me acuerdo que los grité,
pero al perderse mi fe
y al ver cáir a dos varones
pa un domingo de elecciones
se ensangrentó el comité.
Otra vez Teodoro Tello
se hizo el malo en las carreras
y el mayor de los Contreras
casi lo pasó a degüello.
De la quijada y del cuello
brotó la sangre en dos guías,
y supe a los muchos días
que atenta pa esos trabajos
le había compuesto los tajos
la abuela del Cholo Frías.
Cuando se casó Mariano
tuvo el baile un fin penoso,
porque el paisano Raynoso
lo mató al "pampa" Orellano.
La verdá fue que al paisano
el "pampa" lo provocó,
y aunque de acá se perdió
sin que el Juzgao lo abaraje
lo ví una vez, yendo en viaje,
pa un costao del Pehuajó.
Y dicen que fue una moza
causante de aquél enredo
en que el "ñato" Carrasquedo
lo mató al "pelao" Tolosa.
Queriendo arreglar la cosa
quiso atajarlos mi hermano,
pero su intento fue en vano
y además, en un descuido,
se ligó por comedido
un puntazo en una mano.
Rosendo Palma fue un pillo,
pero... cosas muy ingratas
las había sacao baratas
recostao en el caudillo.
Por él se manchó el cuchillo
de Apolinario Rincón,
y después de ese encontrón
Martiniano, muy dispuesto,
siguió la güeya pa el puesto
al tranco de un redomón.
Pasó un instante tremendo
por su falta cometida
cuando cayó la partida
pa sorprenderlo durmiendo.
Por acá pasó juyendo
en un pangaré muy bueno,
que lo exigió como ajeno
aunque era un pingo seguro,
porque el hombre, en el apuro,
ni alcanzó a ponerle el freno.
En la esquina "La Paloma"
el finao Julián Cabrera
quiso ráirse de un linyera
y le fue fatal la broma.
Si había sido como goma
el hombre desconocido,
cuchillero, decidido,
y Julián en la reyerta
a dos trancos de la puerta
cayó mortalmente herido.
Y al ver mi atención el viejo
-como era de tiro largo-
mientras tomaba otro amargo
me dió el siguiente consejo:
Cuando está en juego el pellejo
nunca regalés la usura,
y donde el peligro apura
que no te tiemble la mao,
porque en un descuido, el cristiano
lo paga en la sepultura.
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