(Pintura: Eleodoro Marenco)
Amalhaya quien pudiera
volver a ese tiempo de antes:
sentarse lo más campante
junto al fuego, en la matera
y hacer galopiar la pera
con un guiso gaviotero
caldudo, o un buen puchero
de falda, más bien gordón,
comer como un sabañón
y al cinto hacerle otro ahujero.
Mojar aquella galleta
de campo en los huevos fritos
y hacer unos gorgoritos
de giñebra en la limeta
-eso sí, en forma discreta-
pa'desparramar la grasa;
poner más luego en las brasas
la tiznada, y de un tirón
sentársele a un cimarrón
pa'sacarse la cachaza.
Velay el plato enlozao
playo u hondo, según fuera,
y la cuchara sopera
de bronce o metal platiao,
y el tenedor ya gastao
con los dientes desparejos,
o aquellos cuchillos viejos
de mesa, marca "Eskiltuna"...
Qué cortadores, ahijuna!
A los de hoy, los dejan lejos.
Yo tengo uno que mi Negra
hace tiempo dio de baja,
filoso como navaja
-que supo ser de mi suegra-
el volverlo a usar me alegra
y aunque tengo otros de plata
cuando de lonjear se trata
a él recurro sin recelo
pues corta en el aire un pelo
si lo asiento en la alpargata.
Y aunque el pasao no regrese,
no es asunto que me apene,
pues la memoria sostiene
y en el sentir no envejece
lo vivido que florece
cuando la motivación
cencerrear el corazón
nos hace por el contento
de atizar el sentimiento
cual brasitas de fogón.
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