(Pintura: Alejandro Arnutti della Porta)
Cayó el tordillo mentao
de pago de Chascomús,
puso a prueba la virtud
de un negro como pegao;
nadie lo había jineteao
castigándolo por la jeta,
andaba engreído el sotreta
según yo sentí decir,
si se quería morir
con los fierros en la paleta.
Aguirre, de Olavarría,
radicado en Mataderos,
dicen que ha sido el primero
que lo ató con fantasía.
Qué sorpresa, ¡mama mía!,
pa'l tordillo "Campomar",
sentir la rodaja entrar
de ese negro jinetazo,
lazaso, tras de lazaso,
lo hacía arrodillar.
No permiten el cinchón
porque le corta la baña,
y mil cosas extrañas
le impone la comisión,
por una sola razón
de sostenerla su menta,
le ajustan las cuarenta
al que lo quiera montar;
lo obligan a castigar
pa'ganarse tres cincuenta.
Como pidieron lo montó;
el cuero y la sobrecincha
y por donde relincha
las riendas le acomodó.
Y cuando al lomo cayó
se lo largaron p'afuera,
quedaba en la polvareda
del tordillo la sentada,
y le sonaba la quijada
como tiro en la sotera.
Corcoveó una enormidad,
le metía de a puñao,
y el Negro como pegao
le hacía: ¡jua, juá, juá, juá!
El tordillo, ahí nomás
hacía un tiro de frente,
iba dejando patente
pisada tras pisada,
¡Si me pegó más refaladas
que chorizo en una fuente!
Dicen que no ha corvoviao
como lo hace el bagual,
pero siempre pasa igual
cuando se gana cortao:
que pierde por muy pesao
o demasiado liviano;
para mí, ha sido la mano
que encontró pesada
cada vez que en la quijada
se le asentaba, el paisano.
(Foto: Eduardo Amorim)
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