Yo conocí de pichón
cerca de Divisadero
a un tal Venancio Lucero
(un viejito setentón).
Sabio en la conversación
sobre cosas del pasao,
hombre de campo, educao,
sereno como agua'e pozo
y que por sus años mozos
supo ser muy bien montao.
Contaba de aquellos días
interesantes pasajes,
cuando todo el paisanaje
habilidades lucía,
y como él también tenía
recuerdos de sus proezas,
refrescando su cabeza
mientras pitaba un "Brasil"
iba encendiendo el candil
del tiempo que no regresa.
Y me sabía decir
-hablando cosas camperas-
de aquellas fiestas primeras
donde a él le gustó lucir,
que era un orgullo subir
cuando se hacía una doma
y no era'e jugarle a broma
por más que uno lo practique,
de un corral de palo a pique
largarse de la maroma.
Me contaba que una vez
galopió más de diez leguas
por jinetearle unas yeguas
a un tal Deolindo Jerez,
hombre que supo ser juez
en el pueblo'e Lobería
y que una estancia tenía
muy cerca del Quequén Chico
y que habiendo sido rico
el juego... lo fundiría.
Mas volvamos al asunto
de aquellas yeguas del caso,
después de andar con el lazo
don Jerez, que hoy es difunto
le dijo: "Yo las rejunto
desde el canal para afuera
y al encarar la tranquera,
me gustaría, Lucero...
que se le tire primero
a aquella que's zaina overa.
Calculo que ese animal
tenía unos cinco años
midiendo por el tamaño
y su instinto tan brutal.
De todas las del corral
que andaban a las gambetas,
esa era la más inquieta,
y ande me gritó: "se asoma"...
yo la esperé en la maroma
con las patas como horqueta.
Me le caí... propiamente
con el cuerpo acomodao
justo en la cruz, bien sentao
pa'peliar como la gente.
Y aún lo tengo presente
-la cosa fue en un momento-
crucé con la lonja el viento,
se la asenté en la paleta
y empezó aquella sotreta
a mostrar su sufrimiento.
Resopló y pegó un bufido
al clavarles las lloronas
y ensayó otras intentonas
para dejarme tendido.
Se hizo un arco retorcido,
se abalanzó largo trecho,
después se limpió en el pecho
la espuma'e las carretillas
y yo... como en una silla
iba en el lomo... derecho.
Y así la anduve aquél día,
primero la zaina overa,
después, la rosilla qu'era
yegua de muy mala cría.
Y terminé la porfía
con una cebruna clara
y una mora malacara
que me salió trabajosa,
porque de puro mañosa
se me sentó... ande montara.
Y las horas... se pasaba
recordando tiempos idos,
aquel hombre que no olvido
y que tan lindo me hablaba.
Era un gaucho que contaba
cosas que han quedado lejos,
cuando el criollo era parejo
para los lujos camperos,
y cuando nada extranjero
nos frunciera el entrecejo.
Los recuerdos fueron tantos
de aquél Venancio Lucero
que cuando los entrevero
cobran renovado encanto...
Quien sabe en qué Campo Santo
estará su sepultura,
aunque a mí se me figura
cuando el recuerdo se asoma
que lo veo en la maroma
alardeando... su bravura.
Vamos Venancio todavía! Si se lo ve bajándole el fustazo a la bravura.
ResponderEliminarExcelente aporte...
Gracias don Agustín por pasarse y dejar su aporte que parece poco pero es muy mucho pa seguir pa'delante...como patada de vaca! un abrazo agradecido del "gauchoguacho"
ResponderEliminarBueno, como dijera alguna vez El genio Einstein, solo hay dos cosas
ResponderEliminarinfinitas: el espacio y la idiotez humana.
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