(Pintura: Tito Saubidet)
Yo también tuve tropilla
de pelo oscuro, tapao,
un lunarejo manchao,
y la madrina tordilla,
sin ninguna mascarilla
ni con las manos vendadas,
como esa tan afamada
de estrellas y de lunar,
eran cuatro pa'cinchar
los muertos a sus moradas.
Con ellos, por vez primera,
lo repeché a mi patrón,
un tal Rufino Caldeón
dueño de las cortaderas.
Con ellos, en las cuadreras,
muchos pesos he ganao,
y a veces me ha tocao
andar con muy poca plata,
la confiaba a las patas
del lunarejo manchao.
¡Si me habrán dao alegrías
en distintas ocasiones!
¡Si habré ganao patacones
con mis pingos, Virgen mía!
Y allá, por mis correrías,
el gauchaje se hacía cruz
verme en plena juventud
correr en cualquier terreno,
y bolear bajo del freno
el más ligero ñandú.
Doce los oscuros tapaos,
negros como golondrinas,
una legua muy ladina,
mansitos y bien entablaos.
Hoy tan sólo me ha quedao
ese recuerdo querido
y siento como un latido
como lamento campero,
mi cencerro navarrero
repercute en mis oídos.
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