lunes, 26 de marzo de 2012

El palo del esquinero

(Foto: Marta Motti)
Esta es otra historia real
de las tantas que uno escucha
cuando un criollo desembucha
su inspiración natural.
Él vío crecer el cardal,
él vio pasar los reseros,
él escuchó a guitarreros
las vidalitas cantar;
saben de quien voy a hablar
del "Palo del esquinero".

Por estar cerca'e las casas
lo usaron como medida
probando en cada partida
los criollos puros de raza.
Como vuelo de torcaza,
él vio cruzar los venáu
y relojiando un tapáu
lo usaron como rayero
y fue cimiento de hornero
que su nido a levantáu.

Él fue lugar pa'una cita
cuando la hija del puestero,
se enamoró de un pueblero
siendo demás jovencita.
Era muchacha bonita,
nadie lo pudo negar
y el mozo sin titubear
le dio un cariño sincero
y fue allí en el esquinero
que se juraron amar.

En él subía el boyero
pa'poder vistiar la hacienda,
lo acariciaron las riendas
de su petizo nochero.
Él vio crecer los teneros,
el maizal bien espigáu
y como pial de volcáu
los años fueron pasando
y al pulirse fue mostrando
ser quebracho coloráu.

Como brazos extendidos
lo acompañan dos puntales
ellos soportan los males
de pechazos recibidos.
La alambre es como silbido
que al estirarla, palpita
por eso tuvo cerquita
en ocasiones le explico,
algún torniquete chico
de los yamáu palomitas.

En su raíz encrucetada
se afirman dos alambráu
el destino le a marcáu
que nunca afloje por nada.
Si habrá visto gaviotadas
que presagiaban tormentas
y pa'que llevar en cuenta
las veces que lo han pisáu,
hoy tiene el lomo bostiáu
que hacen mas criolla sus mentas.

Según los paisanos cuentan
que él fue parte de ese rancho
y hoy mangruyo pa'l carancho
que divisa su osamenta.
Tal vez ni se dé la cuenta
cuando el tiempo de un tirón
le arranque la posición
tan servicial que ha tenido
y de ahí pase a ser olvido
en brazas de algún fogón.

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