Me han dejado abichodao
los años, pasando lerdos
y sólo tengo recuerdos
de mi florido pasao.
Ya van quedando olvidaos
los lujos de aquél apero,
las mentas del parejero,
(mi renombrado gargantilla)
y la criollita tropilla
de mis tiempos de resero.
Cierro los ojos, y siento
los sonidos del badajo
como si del lao del bajo,
los fuera trayendo el viento.
Y ansina amigo, al momento
me parece que ando arriando,
algún chúcaro enlazando
a veces, cruzando un río,
y en esas noches de frío
me veo emponchao, galopiando.
A rigor había entablao
a la tropilla mentada,
con la madrina rosada
pa lucirme en el poblao.
Tenía un bayo anaranjao
clinas blancas, soberano,
se lo negocié a un paisano
del lado de Tapalqué
junto con un pangaré
y un picazo rabicano.
Tuve un alazán tostao
bien domao, ancho y parejo,
un lindo overo azulejo,
dos rosillos y un gateao.
Pa ensillar con el chapeao
solía enfrenar, amigaso,
un oscuro ligeraso
pa las fiestas, lo vareaba
y en las sortijas pasaba
como si fuera un balazo.
Fué un superior pingo moro
mi crédito pa enlazar
y que sin exagerar
valía mil pesos oro.
Un colorao sangre'e toro
mi tropilla completaba.
Con un penacho tusaba
a todos los parejeros
y a lo paisano surero
cola corta los andaba.
Mi recao fue sin igual,
el mejor de la comarca
con letras de oro y la marca
en los bastos y el bozal.
Bajeras, riendas, pretal,
manea, estribos, braceros,
lazo fuerte, a lo resero
iba al costao, o en el anca,
boleadoras, cincha blanca,
cinchón, sobrepuesto y cuero.
Siempre ropa negra usaba
toda lisa, sin bordaos,
y pa una fiesta invitao
botas de potro calzaba.
Un pañuelo que volaba
con un monograma flor,
poncho pampa, tirador,
una rastra muy valiosa,
espuelas, y entre otras cosas
un facón como asador.
Con mi pingazo cuadrero
cuando a la cancha llegaba
en general desafiaba
y allí me jugaba entero.
Un freno quebrao, de acero
tengo en el rancho guardado,
y también he conservado
una trompeta sencilla,
recuerdo del gargantilla
que nunca fue derrotado.
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