(Pintura: "El Rancho", de Koek-Koek)
Igual que un ave que añora
el monte donde ha nacido
quiero recordar mi nido
de terrón y de totora.
El que contempló las horas
de mi infancia deslizar
no pudo el tiempo borrar
en el alma y en la mente
la visión clara y latente
grabada de aquél lugar.
Desde el angosto camino
que de pasar se formaba
y en el patio se borraba
de la casa del vecino
el viejo árbol benigno
que quizás haya sufrido
las veces que yo he subido
en pro de las emociones
a robarle los pichones
y a destrozar algún nido.
Como el pozo de brocal
que aunque de agua salobre
en toda casa de pobre
es riqueza un manantial,
por su túnica de cal
siempre en el patio descuella
más, cuando las noches bellas
sus pilares agigantan
cual brazos que se levantan
implorando a las estrellas.
La cocina familiar
con su criollo fogón,
las paredes de terrón
del rancho que fue mi hogar.
Más nada pude encontrar
de lo que fuera en otrora
bajo la acción destrucotria
del tiempo se ha derrumbado
y ni siquiera ha quedado
de mi rancho una totora.
Solamente el manantial
ahí está como un vigía
no se entregó todavía
y en medio del pastizal
se alza como un general
que aún presenta resitencia
a la trágica inclemencia
del tiempo con sus rigores,
el rancho y sus moradores
quedó llorando la ausencia.
Manantial por centinela
de este sagrado lugar
yo te prometi cantar
alun día en mi vigüela
cual la luna que se cuela
a darte su claridá;
yo te ofrezco desde acá
con el mismo clamor terso
la vanguardia de mis versos
a rondar tu soledad.
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Agradezco la gentileza de don Martín Bentancor por enviarme este verso y de su homónimo paisano Martín Palacio Gamboa por hacer de puente y puntal. Abrazo a los dos.
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