(Pintura: Eleodoro Marenco)
-"Traiga -dijo don Zenón-,
la guitarra, pa cantar;
que así les voy a contar,
lo que merece atención".
-"Aproveche la ocasión",
-dijo otro viejo sentao,
mientras cambiaba el recao,
al mate que revolvía,
que hacía rato que corría,
y sin gusto había quedao.
-"Después se la he de entregar,
pa que cuente un sucedido
que un viejito comedido
como usted sabrá contar"-
mientras se puso a templar,
le contestó don Zenón.
Pidió a todos atención,
y con respeto lo oyeron;
yo no sé si lo creyeron;
esta jué la relación:
"Las verdades, en los viejos,
todos las pueden hallar,
nos tienen que respetar
porque venimos de lejos.
Si una vez damos consejos,
es por lo que hemos pasao;
la esperencia hemos juntao
como pa hacer un regalo;
sacándolo del lao malo
al que ha dentrao a ese lao."
"Les viá contar lo pasao,
una vez, siendo tropero;
se descargó un aguacero
como pa'ser ponderao.
Se desparramó asustao,
el ganao, causa de un trueno;
y, de repente, sereno,
vide el cielo abrirse en dos,
y por ahí, asomó Dios,
su cara de viejo bueno."
"Con la lluvia el río Salao,
enojao hinchaba el lomo,
sin saber por qué, ni cómo,
el río, quedó cortao.
El agua, a cada lao,
como dos lomas formaba;
y yo al cielo me asomaba,
por aquél tajo de luz,
viendo cómo don Jesús,
riyendo me saludaba."
"Me gritó: -Adiós don Zenón;
le pondero su coraje,
al animarse a este viaje
y arriando en un redomón.-
Le agradecí la atención
y cuando pasó el ganao,
volvió de nuevo el salao
a hacer barranca del lomo...
Hast'aura no entiendo cómo,
el paso quedó cerrao."
"Pero aquél tajo en el cielo,
quedaba lo mesmo abierto;
¡Qué músicos!¡Qué concierto,
nos mandaba Dios pa'l suelo!...
Se vía que el desconsuelo,
arriba, a naide alcanzaba;
como todo allí abundaba
y nada se encarecía,
la gente se divertía
y muy feliz lo pasaba."
"Dende la tormenta oscura,
de fuego salió una bola,
traiba colgando una cola,
de luz, con mucha lindura.
Hizo como una costura,
sopló el pampero enojao,
dejando al cielo cerrao;
desparramó la tormenta
y cuando nos dimos cuenta,
la noche se había estrellao."
Galopió una carcajada,
en los troperos presentes
que se mostraron prudentes,
al no interrumpir en nada.
Y la guitarra templada
fue a manos de don Benito,
que era aquel otro viejito,
que ensillaba el cimarrón;
cuando empezó don Zenón
a canturrear despacito.
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