(Foto: Eduardo Amorim)
Se oye un lejano torido
que al dir despertando calma
se va metiendo en el alma
como en el óido un chiflido;
el día, que se ha aburrido
se yeva la claridá
y empresta tranquilidá
pa’ que corra la memoria…
Y yo solo, pues mi novia,
mi novia es la soledá.
Ya está el campo por dormirse
cansado de tanto luz,
y la tan mentada cruz
en el cielo, quiere abrirse,
trae la noche al venirse
su poncho de oscuridá
y tapa un rancho que’stá
como cuidando a una noria…
Y yo solo, pues mi novia,
mi novia es la soledá.
Como ispiando, de una en una,
las estreyas van saliendo
y medio se van corriendo
pa’ darle paso a la luna,
se cayan en la laguna
la gayareta, el macá,
el silencio envuelve ya
como una sombra que agobia…
Y yo solo, pues mi novia,
mi novia es la soledá.
QUE HERMOSO AMIGO...
ResponderEliminarA VECES LA SOLEDAD ES NUESTRA GRAN COMPAÑERA...
UN ABRAZO.
Gracias don Gonzalez por su sentido y breve comentario. Y como diría don Inodoro Pereyra, a veces: "es la única que nos da pelota".
ResponderEliminarun abrazo paisano!