viernes, 25 de noviembre de 2011

Romance para la patria de un niño

La vincha roja que el sol
dibujara en la distancia,
se deshacía lentamente,
mientras la luna blanca,
en un acto de piedad,
pintaba el patio de plata.
Algo que fue un arau,
el corral sin una cabra,
el patio medio borrau,
un hacha por ahi tirada,
daban la imagen doliente
de las cosas olvidadas.
Con el mate en una mano,
colgando en la otra, la pava;
un hombre doblau en años,
con un niño conversaba.
Extendiendo sus bracitos,
como ramitas sin savia,
por encima de los montes,
con voz limpia, como su alma,
preguntó el niño al anciano:
-¿Qué hay al otro lao, tata?
-Ahhh...Hombres...Hombres como nosotros...
...Son tus hermanos de raza.
-¿Y por qué no nos visitan?
-Son gente muy ocupada.
-¿O no conocen el rancho?
-Será... Será que no saben nada.
Se habrán borrau los caminos.
En dispués, cuando seas grande,
van a traerte una carta, avisándote
que tienes que ir a servir a la patria.
-¿Y cómo es que se la sirve?
-Peleando si te la atacan
o trabajando también.
- Y a usté, a usté ya lo llamaron...?
-Claro, yo ya cumplí con ella.
-¿Y ella? ¿Ella cumplió con usté?
-¡Pucha!...ya está fría el agua.
-Y... ¿qué es la patria, tata?

La boca vieja del viejo
quedó un segundo apretada.
-Y esto: el rancho, el arau,
las cenizas de tu mama,
tu padre por ahi cosechando,
el corral vacío, el hacha,
los que están al otro lao,
nuestros hermanos de raza.
Y pa' un viejo como yo,
vos, mi nieto...
¡vos, mi nieto, sos mi patria!

Los ojos se le nublaron...
Y una lágrima pesada
buscó la boca del mate,
como pa' entibiar el agua.
Abrazándose al anciano,
creció el niño en la palabra,
cuando dijo: -No llore...
Por favor, no llore, tata.
También para mí, usté
y este rancho son mi patria.
Y si algo quieren quitarme,
y si alguno me la ataca,
por sus lágrimas le juro,
antes que llegue la carta,
yo voy a morir peleando...
¡Yo voy a morir peleando,
por defender a mi patria!

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