miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pidiéndole rienda al día

(Foto: Eduardo Amorim)
El sol entraba a escarsear
pidiéndole rienda al día
y el lucero en la porfía
no dejaba de alumbrar.
Tal vez se quiso quedar
pa'contemplar la jornada
y en la laguna planchada
lo mismo que un terciopelo,
el chajá frena su vuelo
buscando la pichonada.

De una volanta viejaza
se han descolgau las gallinas
encaran pa'la cocina
buscando el dueño de casa.
Suelta el vuelo una torcaza
golpeteándose en las alas,
y entre las ramas de un tala
el zorzal suelta su brío,
y un fresco y manso rocío
le pone un toque de gala.

El viento quebró una rama
y sobre su techo se queja,
el zumbar de unas abejas
copó la planta'e retama.
En puñado se amalgaman
buscando el néctar mejor
y aunque no es esa la flor
pa'el caso, les viene igual,
convirtiéndolo al panal,
en miel de especial sabor.

El sol siguió sin parar
llevando un tranco parejo,
el horizonte a lo lejos
no deja de bostezar.
De a poco se entra a ordenar
las cosas en forma serena
cuando el astro rey ordena
resignate a cabrestear,
en vano es quererle hablar
él no comprende de pena.

Así es la vida paisano
de todo rancho Argentino,
pájaros que siembran trinos,
tierra que fecunda el grano.
Encallecida las manos,
de aquél que cultiva el suelo
sufre el pobre en su desvelo
por la ansiedad de llegar,
quien no nació pa'volar
en vano es que mire el cielo.

Por eso es que a mi manera
y a mi modo de pensar
así quise diagramar
una mañana campera.
Pa'algunos serán sonseras
que les recuerde el pasao
pero el que está acostumbrao
y anda solo con lo puesto
ese no niega ni muerto
lo mucho que Dios le ha dao.

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