-"¡Doy cien a ochenta, señores,
a las patas de mi pingo!"
¡Chisporrotea ese domingo
la voz de Nicasio Flores!
Su flete es de los mejores
pa'aguantarle la parada
de aceptar cualquier postura
y hasta poder dar usura
en esa "depositada".
Eran varias partidas, hasta que el "¡vamos!"
hace oviyo a las montadas sobre las cruces,
y se vienen los pingos, como dos luces
apretando los dientes de los paisanos.
Al pisar los cien metros corren pegados
como si un mesmo freno fueran mordiendo;
castigan los rebenques, a los doscientos
¡quiere sacar ventaja el colorao!
Brama la voz de Don Flores
en medio del griterío:
"¡Se viene el cabayo mío,
vayan poniendo, señores!"
Cruzan los dos, ganadores,
pa'encender el avispero:
-"¡Puesta ha sido, compañero!
-"Pa'mi ganó el colorao!",
Pero el juez ha sentenciao
-"¡Pa'tuitos el zaino overo!".
Mientras desanda leguas rumbo a su rancho,
dentra a hervirle la sangre a Nico Flores,
¡su flete, que era un lujo entre los mejores,
no sirve ni pa'carne de los caranchos!
Yega, y cuanto desmonta, pa'desahogarse
le cruza la cabeza con un "güachaso",
¡y es tan bárbaro el golpe que ha dao en el brazo
que el "colorao" ha caido pa'no pararse!
Los ojos del animal
se han agrandao, doloridos.
Recién al verlo caído
"Nico" dentra a cavilar...
¡Nunca debió maltratar
tan fieramente a ese hermano!
Si él, puso entre sus manos
los riales más bien ganaos,
y jué el lujo mas mentao
en su vida de paisano.
Lloroso y arrepentido
siente su su brazo temblar,
cuando entra a desensillar
al animal malherido.
¡Mejor hubiera querido
perder la luz de sus ojos,
en los ijares sudaos,
y aún, fieramente agarrao
a las verijas... ¡un abrojo!
Por un hilo de sangre va galopando
rumbo a un pago celeste, su parejero.
Ya ha ganao las cuchiyas el sol matrero.
Un jinete, ahí cerquita, pasa gritando:
-"¡Ya no está pa'cuadreras tu flete, Nico!".
...Él lo mira alejarse, y como un chico,
abrasao al cabayo... ¡sigue yorando!...
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